Solo mide corazones
- Lectura en 15 minutos - 3194 palabrasLa Distancia que No Existe
Capítulo 1: El Encuentro Digital
Todo comenzó de la manera más inesperada, como suelen comenzar las mejores historias. Fue en Fortnite, de todos los lugares posibles. Una partida random donde terminamos en el mismo equipo, y de alguna manera, entre construcciones apresuradas y enemigos acechando, comenzamos a hablar. Ella estaba al otro lado del mundo, en un país que yo solo había visto en mapas y fotografías, pero desde ese primer “GG” supe que había encontrado algo especial.
Me acuerdo perfectamente de esa primera partida juntas. Nos reímos de nuestros errores, celebramos nuestras pequeñas victorias, y cuando terminó el juego, ninguna quería desconectarse. “¿Otra partida?”, preguntó ella. Y esa “otra partida” se convirtió en cientos, en miles. Fortnite dejó de ser solo un juego; se convirtió en nuestro lugar de encuentro, en nuestro espacio seguro donde las risas eran infinitas.
“¿De dónde eres?”, le pregunté en algún momento de esa conversación interminable.
Cuando me dijo el nombre de su país, sentí una punzada de decepción. Tan lejos. ¿Por qué tan lejos? Pero luego ella escribió algo que nunca olvidaré: “La distancia solo es real si nosotras la hacemos real”.
Y tenía razón.
Capítulo 2: Construyendo Nuestro Mundo
Los días se convirtieron en semanas, las semanas en meses. Cada tarde (o mañana, dependiendo de nuestros horarios locos), nos conectábamos a Fortnite. No siempre para jugar en serio; a veces solo para estar en modo creativo, construyendo cosas absurdas mientras hablábamos de la vida.
“¡Cuidado, a tu derecha!”, me gritaba ella mientras intentábamos sobrevivir a una emboscada.
“¡Ya sé, ya sé! ¡Tú ve por el otro lado!”, respondía yo entre risas nerviosas.
Y cuando ganábamos, celebrábamos como si hubiéramos ganado un campeonato mundial. Y cuando perdíamos (que era seguido, seamos honestas), nos reíamos de nuestros fails épicos.
Pero Fortnite era solo el escenario. Lo verdaderamente importante era la conexión que estábamos construyendo partida tras partida, conversación tras conversación. Las videollamadas durante los juegos donde podíamos vernos las caras y reír juntas. Los audios eternos que nos mandábamos cuando la otra no estaba conectada. Las capturas de pantalla de momentos divertidos que solo nosotras entendíamos.
“¿Sabes qué? Hoy vi un perro que se parecía a ti”, me dijo una vez entre risas.
“¿Me estás diciendo perra?”, le respondí fingiendo indignación.
“¡Nooo! Era un perro hermoso, de ojos bonitos y actitud dramática. Definitivamente eras tú”.
Así éramos. Todo era motivo de broma entre nosotras. Pero debajo de cada broma había algo más profundo: un cariño genuino, de esos que no se fabrican ni se fuerzan. Simplemente existen.
Capítulo 3: “Eres Solo Mía”
Recuerdo la primera vez que me lo dijo. Estábamos hablando sobre lo difícil que era hacer amistades verdaderas, de esas personas que realmente te entienden sin que tengas que explicarte.
“Sabes que eres solo mía, ¿verdad?”, escribió con ese tono juguetón que ya reconocía perfectamente.
Mi corazón dio un brinco. No era romántico, era algo más profundo aún. Era esa posesión cariñosa que solo tienen las hermanas, ese “tú eres mi persona y yo soy la tuya”.
“Jajaja, ¿ah sí? Pues para tu información, TÚ eres solo mía”, le respondí con la misma energía.
Se convirtió en nuestro juego favorito. “Mía”, decíamos. Como si pudiéramos adueñarnos de la esencia del otro, como si eso nos hiciera sentir menos la distancia. Pero ambas sabíamos la verdad: nuestra amistad era demasiado grande, demasiado generosa para ser egoísta. Podíamos tener otras amistades, otras personas importantes en nuestras vidas. Eso no cambiaba lo que éramos la una para la otra.
Éramos hermanas elegidas. De esas que el universo junta porque sí, porque lo necesitan, porque están destinadas a caminar juntas aunque sea por caminos separados.
Capítulo 4: La Primera Pelea
Nadie te prepara para la primera pelea con tu mejor amiga. Fue por algo tonto, ni siquiera recuerdo exactamente qué fue. Creo que fue un malentendido por mensaje de texto, de esos donde el tono se pierde y las palabras duelen más de lo que deberían.
Me sentí herida. Ella se sintió herida. Y por primera vez desde que nos conocimos, pasaron horas sin que habláramos. Horas que se sintieron como eternidades.
Miré mi teléfono mil veces. Escribí mensajes que luego borraba. “¿Y si esto es el fin? ¿Y si la distancia finalmente ganó?” Los pensamientos negativos inundaban mi mente.
Pero entonces, llegaron dos mensajes al mismo tiempo:
“Lo siento mucho” escribí yo. “Perdóname, por favor” escribió ella.
Nos reímos de lo patéticas que éramos. Incapaces de estar peleadas ni siquiera por unas horas. Hicimos una videollamada de emergencia y pasamos dos horas hablando sobre lo que había pasado, aclarando malentendidos, prometiéndonos ser más claras en el futuro.
“Somos unas dramáticas”, dijo ella limpiándose las lágrimas de risa.
“Las más dramáticas”, confirmé. “Pero al menos somos dramáticas juntas”.
Esa pelea nos hizo más fuertes. Nos enseñó que podíamos tener desacuerdos y superarlos, que nuestra amistad era lo suficientemente sólida para resistir los malentendidos y las tormentas.
Capítulo 5: Como Hermanas
Si alguien me preguntara cómo describir nuestra relación, diría sin dudarlo: somos hermanas. No de sangre, pero sí de alma.
Renegamos como hermanas. Nos peleamos por tonterías: porque una tardó en responder, porque la otra hizo un chiste malo, porque sí, porque a veces las hermanas se pelean. Pero nunca dura. A los cinco minutos ya estamos pidiendo perdón al mismo tiempo, interrumpiéndonos la una a la otra con nuestras disculpas apresuradas.
“Ya, ya, perdón por ser tan intensa”, decía yo.
“No, perdón TÚ por aguantar mi drama”, respondía ella.
Y terminábamos riéndonos de lo ridículas que éramos.
Nos tratamos tal cual somos. Sin filtros, sin máscaras. Conozco sus inseguridades más profundas y ella conoce las mías. Celebramos nuestros éxitos como si fueran propios y lloramos juntas las derrotas. Cuando ella está triste, yo siento su tristeza en mi propio pecho. Cuando yo estoy feliz, ella se emociona tanto que grita de alegría por el teléfono.
Eso es lo que hacen las hermanas verdaderas.
Capítulo 6: La Hermosura de su Amistad
Hay algo que siempre me ha maravillado de ella: la forma en que es hermosa conmigo sin esperar nada a cambio. En un mundo donde todo parece ser transaccional, donde las amistades a veces vienen con condiciones no dichas, ella simplemente me regala su cariño porque sí.
Me escucha en mis peores momentos. Me ha visto llorar por videollamada más veces de las que puedo contar, y nunca ha juzgado, nunca ha minimizado mi dolor. Simplemente está ahí, con sus palabras justas, con su presencia reconfortante aunque esté a miles de kilómetros.
“No tienes que ser fuerte todo el tiempo”, me dijo una vez cuando intentaba fingir que todo estaba bien. “Puedes desmoronarte conmigo. Para eso estoy aquí”.
Y me derrumbé. Y ella me sostuvo a través de la pantalla, con sus palabras, con su paciencia infinita.
Pero no es solo en los momentos difíciles. También está en los momentos ridículos, en las celebraciones pequeñas que solo ella entiende. Cuando logro algo que para el resto del mundo puede parecer insignificante, ella es la primera en celebrarlo como si hubiera ganado el Nobel.
“¡Sabía que lo lograrías, tonta! ¡Soy tu fan número uno!”, me escribe con emojis excesivos y mayúsculas emocionadas.
Esa es la hermosura de su amistad: es genuina, es pura, es incondicional.
Capítulo 7: Las Bromas que Nos Unen
Nuestra amistad está construida sobre una base sólida de bromas terribles y humor compartido. Tenemos chistes internos que nadie más entendería, referencias a momentos que solo nosotras vivimos.
“¿Recuerdas cuando dijiste que…?” comienza ella.
Y ya estoy riéndome antes de que termine la frase porque sé exactamente a qué se refiere.
Nos burlamos mutuamente con un cariño tan evidente que incluso a través de texto se puede sentir. Ella me dice que soy dramática (tiene razón), yo le digo que es exagerada (también tengo razón). Ella me manda memes que se burlan de mis hábitos, yo le respondo con GIFs que la representan perfectamente.
“Eres insoportable”, le digo riendo.
“Pero me amas”, responde con esa seguridad que solo dan años de amistad verdadera.
“Desgraciadamente, sí”.
Las bromas son nuestro lenguaje de amor. Cada burla cariñosa es un “te quiero” disfrazado. Cada meme ridículo es un “pienso en ti”. Y ambas lo sabemos.
Capítulo 8: La Diferencia Horaria
Uno de los desafíos más grandes de nuestra amistad es algo tan simple y tan complicado como el tiempo. Cuando ella se despierta, yo me estoy durmiendo. Cuando yo almuerzo, ella cena. Vivimos en horarios paralelos que rara vez se encuentran.
Pero Fortnite nos dio la solución perfecta. Sin importar la hora, podíamos conectarnos al juego y estar juntas. A veces yo me quedaba hasta tarde (tardísimo para ser honesta) solo para jugar con ella. Otras veces ella se levantaba temprano para coincidir conmigo. El cansancio no importaba cuando escuchaba su risa a través de los auriculares.
“¿No tienes sueño?”, me preguntaba cuando me oía bostezar.
“Nah, estoy bien. Una partidita más”, respondía yo, aunque mis ojos casi no se abrían.
“Mentirosa, te estás durmiendo. Vete a dormir”.
“Pero si apenas son las…” miraba la hora, “…las tres de la mañana. Está bien”.
Nos reíamos de lo ridículas que éramos, dispuestas a sacrificar nuestro sueño solo para pasar más tiempo juntas en ese mundo virtual que se había vuelto tan real para nosotras.
Capítulo 9: Los Momentos Difíciles
No todo ha sido risas y bromas. También hemos atravesado tormentas juntas, cada una en su propio rincón del mundo pero sintiendo la tormenta de la otra como propia.
Cuando pasé por uno de los momentos más oscuros de mi vida, ella estuvo ahí. No podía abrazarme, no podía llevarme café y sentarse a mi lado, pero hizo algo más poderoso: me recordó quién era yo cuando lo había olvidado.
“Eres más fuerte de lo que crees”, me dijo en una videollamada a las tres de la mañana (su hora). Tenía los ojos rojos de sueño pero se había despertado porque yo la necesitaba. “Y aunque no pueda estar ahí físicamente, voy a estar aquí, en tu teléfono, en tu corazón, recordándote cada día que vas a salir de esto”.
Y cumplió su promesa. Cada mañana había un mensaje suyo. Algunos días eran palabras de aliento, otros días eran memes tontos para hacerme sonreír. Pero siempre, SIEMPRE estaba ahí.
Yo hice lo mismo por ella cuando fue su turno de pasar por momentos difíciles. Ajusté mi horario para poder hablar con ella, me desvelé para acompañarla en sus noches de insomnio, mandé comida a su casa a través de aplicaciones porque sabía que no estaba comiendo bien.
“No sé qué haría sin ti”, me dijo llorando.
“Menos mal que nunca lo vas a tener que descubrir”, le respondí.
Capítulo 10: Planes de Encontrarnos
“Algún día nos vamos a conocer en persona”, se ha convertido en nuestra frase recurrente. La decimos con esperanza, con ilusión, con esa certeza de que el universo eventualmente conspirará a nuestro favor.
Hemos hecho mil planes. Yo viajaré a su país. Ella viajará al mío. Nos encontraremos en un punto intermedio. Haremos un viaje juntas a un lugar que ninguna de las dos conoce. Los planes cambian, las fechas se mueven, pero la intención siempre está ahí.
“Cuando nos veamos, te voy a abrazar tan fuerte que no te voy a dejar respirar”, le digo mientras construimos algo en modo creativo de Fortnite.
“Voy a llorar como una idiota en el aeropuerto”, responde ella. “Y no me importa quién nos vea”.
“Y luego vamos a jugar Fortnite juntas, pero en el mismo sofá”, agrego emocionada.
“¡Sí! Va a ser tan raro verte al lado mío en lugar de a través de la pantalla”.
Imaginamos ese momento constantemente. Cómo será vernos cara a cara por primera vez. Si nos reconoceremos inmediatamente o si habrá un segundo de duda. Si correremos la una hacia la otra como en las películas o si nos quedaremos congeladas por la emoción.
Pero más allá del cómo, sabemos el qué: será perfecto. Será el inicio de una nueva etapa de nuestra amistad, donde finalmente podremos compartir el mismo espacio físico, donde los abrazos digitales finalmente se convertirán en abrazos reales, donde podremos jugar lado a lado en lugar de país a país.
Capítulo 11: Las Pequeñas Cosas
Nuestra amistad vive en los detalles. En esas pequeñas cosas que para otros pueden parecer insignificantes pero que para nosotras lo son todo.
Como cuando encuentra una canción que sabe que me va a encantar y me la manda con un “esto es TAN tú”. O cuando yo veo algo gracioso y antes de reírme pienso “tengo que mandárselo a ella”. Como cuando coordina sorpresas para mi cumpleaños aunque esté al otro lado del mundo, o cuando yo me levanto temprano (tempranísimo en mi hora) para estar en su videollamada de cumpleaños.
Son los “¿ya comiste?” y los “no te olvides de tomar agua”. Los “¿cómo te fue?” después de algo importante. Los “pensé en ti cuando pasó esto”. Las capturas de pantalla de cosas que nos recuerdan la una a la otra.
Es saber que en algún lugar del mundo hay alguien que piensa en mí, que se preocupa por mí, que celebra mis victorias y se entristece con mis derrotas. Y que yo soy esa persona para ella también.
Las pequeñas cosas son, en realidad, las grandes cosas.
Capítulo 12: Lo Que Hemos Aprendido
Esta amistad me ha enseñado más de lo que jamás imaginé. Me ha enseñado que la distancia es solo un número cuando el cariño es real. Que no necesitas ver a alguien todos los días para tenerlo presente siempre. Que los abrazos pueden viajar a través de pantallas si los envías con suficiente amor.
He aprendido que las hermanas no siempre comparten sangre, a veces comparten alma. Que puedes pelear con alguien y quererlo más después de la reconciliación. Que las disculpas dichas al mismo tiempo son las más sinceras.
He aprendido que la amistad verdadera no tiene horarios, no tiene fronteras, no tiene límites. Que puede crecer y fortalecerse incluso sin contacto físico. Que una pantalla no es una barrera cuando hay dos corazones decididos a mantener la conexión.
Y sobre todo, he aprendido que encontrar a una amiga verdadera, de esas que te entienden sin palabras, que te aman sin condiciones, que están ahí siempre, es uno de los regalos más grandes de la vida. No importa si está en la casa de al lado o al otro lado del mundo.
Capítulo 13: La Lástima que No Lo Es
Sí, es una lástima que esté en otro país. Es una lástima que no pueda tocar a su puerta cuando necesito un abrazo. Que no podamos ir juntas a tomar un café un domingo por la tarde. Que no podamos hacer esas cosas simples que hacen las amigas que viven cerca.
Es una lástima… pero ¿saben qué? No cambiaría nada.
Porque si cambiar la distancia significara no tenerla en mi vida, prefiero la distancia mil veces. Prefiero los mensajes de texto a las tres de la mañana que la ausencia. Prefiero las videollamadas pixeladas que el silencio. Prefiero amarla desde lejos que no amarla en absoluto.
La distancia nos ha hecho más creativas, más intencionales con nuestra amistad. Cada mensaje es deliberado, cada llamada es valiosa, cada interacción es apreciada porque sabemos que no podemos darnos el lujo de dar las cosas por sentado.
Y cuando finalmente nos encontremos, cada abrazo valdrá por todos los que no pudimos darnos. Cada risa compartida en persona será más dulce porque conocemos el valor de la espera.
Capítulo 14: El Valor de lo Real
En un mundo lleno de amistades superficiales, de likes sin significado, de conexiones que son más nombre de contacto que contacto real, lo que tenemos es precioso. Es real. Es profundo. Es verdadero.
No necesito abrazarla para saber que me quiere. Lo sé en cada mensaje, en cada audio, en cada llamada donde se queda hasta tarde solo para hablar conmigo. Lo sé en cómo me defiende, en cómo me anima, en cómo me hace sentir vista y valorada.
Y ella sabe que yo la quiero de la misma manera. Porque se lo demuestro cada día, con paciencia cuando está difícil, con celebración cuando está feliz, con presencia constante aunque estemos separadas por océanos.
Esta amistad vale más que cien amistades tibias de esas que tienes cerca pero que no significan nada. Vale más que mil conocidos que ves todos los días pero con los que nunca conectas realmente.
Lo que tenemos es oro. Es ese tipo de amistad que la gente busca toda su vida y muchos nunca encuentran. Y nosotras lo encontramos en el lugar menos esperado: a través de una pantalla, a miles de kilómetros de distancia.
Capítulo 15: Para Siempre
“¿Crees que seremos amigas para siempre?”, le pregunté una vez, en uno de esos momentos vulnerables donde necesitas confirmación.
“¿Estás loca? Claro que sí”, respondió sin dudarlo. “Estás atrapada conmigo de por vida. Lo siento, no hay devoluciones”.
Me reí, pero sentí ese calor en el pecho que viene con la certeza. Porque sí, esto es para siempre. Este tipo de conexión no se desvanece con el tiempo ni se debilita con la distancia. Solo se hace más fuerte.
Nos imagino dentro de veinte, treinta, cincuenta años, todavía enviándonos mensajes ridículos, todavía haciéndonos bromas, todavía siendo esas hermanas elegidas que el universo decidió juntar.
Nos imagino finalmente viviendo en el mismo país algún día, o al menos visitándonos con regularidad. Siendo las tías locas de los hijos de la otra. Envejeciendo juntas, con más historias compartidas, más recuerdos, más risas.
Porque eso es lo que son las verdaderas amigas: son para siempre.
Epílogo: Una Carta
Querida ella,
Si alguna vez lees esto (y probablemente lo harás porque te lo voy a mandar inmediatamente después de escribirlo), quiero que sepas algo: eres uno de los regalos más grandes de mi vida.
Sé que está en otro país. Sé que hay momentos en que esa distancia duele, en que desearía poder verte en persona, abrazarte de verdad, no solo a través de emojis. Pero también sé que lo que tenemos es especial, es único, es inquebrantable.
Gracias por ser hermosa conmigo sin pedir nada a cambio. Gracias por las bromas que alegran mis días. Gracias por decirme que soy “solo tuya” y hacer que me sienta especial. Gracias por ser mi hermana elegida, por tratarme tal cual soy, por pelear conmigo sabiendo que nos vamos a reconciliar en cinco minutos.
Gracias por demostrarme que la amistad verdadera no necesita cercanía física para ser real. Que un corazón puede tocar a otro corazón desde cualquier distancia.
Algún día nos vamos a abrazar. Y ese día va a ser mágico. Pero hasta entonces, quiero que sepas que aunque no pueda abrazarte físicamente, mi cariño te llega igual. A través de cada mensaje, cada llamada, cada pensamiento que tengo sobre ti.
Eres mi verdadera amiga. Y eso, eso no lo cambia ninguna distancia.
Con todo mi amor (y todas mis bromas), Tu hermana del alma
FIN
“La verdadera amistad no mide distancias. Solo mide corazones. Y los nuestros, aunque separados por kilómetros, laten al mismo ritmo.”