Sed Kaylay | Parte 1
- Lectura en 2 minutos - 274 palabrasEn el colegio San Esteban, todos conocían a Kaylay, una chica callada, rara, siempre sola. Decía que no era como los demás… decía que había nacido diferente.
—No soy humana del todo —susurró una vez en clase de biología—. Soy una criatura de la noche.
Al principio, todos pensaban que estaba jugando. Era fácil burlarse de ella. Llevaba colmillos postizos, usaba lentes oscuros dentro del aula, y escribía en un cuaderno lleno de dibujos de murciélagos, lunas y gotas de sangre.
Pero lo que empezó como algo excéntrico, se volvió peligroso.
En el segundo trimestre, tres chicos fueron encontrados con marcas en el cuello. Uno de ellos dijo, con los ojos desorbitados:
—Fue ella… ¡me mordió!
Los profesores creyeron que era una broma pesada. Pero los padres empezaron a protestar. La escuela citó a Kaylay, y ella solo dijo con voz calmada:
—Lo necesitaba. Mi cuerpo lo exige.
Los análisis médicos demostraron que los chicos habían perdido sangre. No era mucha, pero lo suficiente para dejar moretones, cansancio… y miedo. No encontraron agujas, ni herramientas. Solo las marcas.
La llevaron a terapia. Dijeron que era un caso grave de delirio. Ella insistía:
—No soy una asesina. Soy una vampira incompleta. Solo me alimento lo justo para seguir aquí. Si no lo hago, me muero.
Una semana después, desapareció.
Nadie supo cómo salió del colegio ni de su casa. Nunca más la vieron. Pero en las noches, algunos estudiantes juran que la han sentido cerca en los pasillos vacíos. Otros dicen que han despertado con pequeñas marcas rojas en el cuello… Y hay quienes aseguran que Kaylay sí estaba enferma. Pero no de la cabeza.