La Revolución de Aceptarme Como Soy
- Lectura en 5 minutos - 943 palabrasEl espejo y las voces de afuera
Me miro al espejo y lo que veo nunca me convence del todo. Hay días en los que me siento gorda, como si cada parte de mi cuerpo ocupara más espacio del que debería. Entonces empiezo a comer menos, a hacer más ejercicio, a obsesionarme con los números en la balanza hasta que bajo de peso.
Pero cuando logro bajar esos kilos que creía que me sobraban, me miro otra vez y ahora me veo demasiado flaca. Como si hubiera ido demasiado lejos en la dirección opuesta. Y ahí estoy otra vez, sin estar contenta con mi cuerpo, buscando el punto medio que nunca parece llegar.
Es agotador vivir en esta montaña rusa constante con mi propia imagen. Nunca estoy conforme, nunca encuentro ese lugar donde pueda mirarme y pensar “así está bien, así me gusta como me veo.”
Y entonces están los comentarios de otros. Algunos me dicen “qué bonito cuerpo tienes”, y por un momento me siento bien, validada, como si tal vez no estoy tan mal como creo. Pero después llegan otros con sus opiniones completamente opuestas.
“Estás demasiado flaca”, me dicen. “¿Por qué no comes?” Como si fuera tan simple, como si yo deliberadamente me estuviera privando de comida por capricho. Como si no supieran que he pasado por momentos donde me sentía exactamente lo contrario.
“Te ves muy amarilla, deberías cuidarte más.” Y ahí voy otra vez, analizando mi reflejo, buscando defectos que tal vez antes no había notado, preguntándome si realmente me veo enferma o si es solo otro comentario más que se suma al ruido constante en mi cabeza.
Cada persona tiene una opinión diferente sobre cómo debería verme, sobre lo que está bien y lo que está mal en mi cuerpo. Y yo, como una idiota, me encuentro tratando de complacer a todos, cambiando mi forma de comer, mi rutina de ejercicio, mi forma de vestirme, según el último comentario que recibí.
Pero ¿sabes qué? Si soy así, ¿qué hago? ¿Vivo toda mi vida tratando de encajar en las expectativas contradictorias de otros? ¿Cambio mi cuerpo cada vez que alguien tiene algo que decir sobre él?
Algunos días me pregunto si el problema no está en mi cuerpo, sino en mi cabeza. En esta necesidad constante de aprobación externa, en esta incapacidad de encontrar mi propia paz con quien soy físicamente.
Porque la verdad es que mi cuerpo hace cosas increíbles todos los días. Me lleva de un lugar a otro, me permite abrazar a las personas que quiero, me deja bailar cuando escucho música que me gusta, me permite crear, trabajar, vivir. Pero yo me enfoco en si se ve “bien” según estándares que ni siquiera sé de dónde vienen.
Y estos estándares cambian según quién esté hablando. Para unos estoy muy flaca, para otros muy gorda, para algunos muy pálida, para otros bien. ¿Cómo se supone que encuentre un punto medio en algo tan subjetivo?
Me da rabia conmigo misma por darle tanto poder a las opiniones de otros sobre mi cuerpo. Por permitir que sus comentarios, aunque vengan de un lugar de preocupación o incluso de halago, afecten tanto mi forma de verme.
Pero también me da tristeza darme cuenta de lo desconectada que estoy de mi propio cuerpo, de mi propia opinión sobre mí misma. Como si hubiera perdido la capacidad de mirarme sin filtros externos, sin comparaciones, sin expectativas ajenas.
¿Por qué es tan difícil simplemente estar bien conmigo misma? ¿Por qué tengo que estar constantemente en esta batalla interna entre lo que veo, lo que siento y lo que otros me dicen que debería ver o sentir?
A veces pienso que todos esos comentarios, buenos y malos, vienen del mismo lugar: la idea de que mi cuerpo es algo que está abierto a opinión pública. Como si fuera un proyecto en el que todos pueden opinar, sugerir cambios, dar consejos no solicitados.
Pero mi cuerpo es mío. Es el único que voy a tener en toda mi vida, y tengo que aprender a vivir en paz con él. No para complacer a otros, no para encajar en sus ideas de lo que está bien o mal, sino para mí.
Es más fácil decirlo que hacerlo, lo sé. Pero tal vez el primer paso es reconocer que esta lucha constante me está agotando. Que no puedo seguir viviendo en función de los comentarios de otros, que no puedo seguir cambiando mi relación con mi cuerpo según la última opinión que escuché.
Tal vez necesito aprender a filtrar esos comentarios. A agradecer los que vienen de un lugar genuino de amor y preocupación, pero sin dejar que definan cómo me veo. Y a ignorar los que solo reflejan los prejuicios o inseguridades de quien los dice.
Pero sobre todo, tal vez necesito aprender a escuchar mi propia voz por encima del ruido externo. A preguntarme cómo me siento yo con mi cuerpo, qué necesito yo para estar bien, qué me hace sentir fuerte y saludable, sin importar lo que digan los demás.
Porque al final del día, soy la única que tiene que vivir en este cuerpo. Soy la única que tiene que levantarse cada mañana y habitarlo. Y si voy a hacerlo, prefiero hacerlo desde un lugar de aceptación y cuidado propio, no desde la constante búsqueda de aprobación externa.
No les voy a hacer caso solo para complacerlos. Mi cuerpo, mi decisión. Mi vida, mis reglas. Y si eso significa decepcionar a algunos con sus expectativas sobre cómo debería verme, que así sea.
Estoy cansada de vivir para los espejos que otros me ponen enfrente. Es hora de encontrar el mío propio.