Mision Cumplica
- Lectura en 10 minutos - 1961 palabrasKaylay y el Día que No Sabía Cómo Pasar
Capítulo 1: La Mañana del “¿Y Ahora Qué?”
Soy Kaylay, y hoy es uno de esos días donde desperté con energía pero sin dirección. Es como tener gasolina en el tanque pero no saber a dónde manejar.
Me levanté, me bañé, desayuné… todo en piloto automático. Y después me quedé parada en mi cuarto como esperando que alguien me dijera: “Okay Kaylay, ahora haces esto.” Pero no había nadie, solo yo y un día completamente libre que de repente se sentía más como una condena que como un regalo.
¿Conocen esa sensación? Cuando tienes tiempo libre pero tu cerebro está como en neutro, sin saber qué quiere hacer consigo mismo.
Capítulo 2: La Primera Actividad (Que Duró Muy Poco)
Decidí empezar organizando mi closet. “Perfecto”, pensé, “esto me va a tomar toda la mañana y me va a dar sensación de productividad.”
Puse música, saqué toda la ropa, hice montones de “me queda”, “no me queda”, “tal vez me queda si bajo de peso”, “esto no sé por qué lo tengo”. Me sentí súper motivada los primeros treinta minutos.
Pero después de organizar todo, guardar lo que iba a quedar y poner en una bolsa lo que iba a donar, me di cuenta de que apenas eran las once de la mañana. ¿EN SERIO? ¿Todo ese drama para que sean las once?
Y ahí estaba yo otra vez: parada en mi cuarto, pero ahora con el closet organizado, preguntándome “¿y ahora qué hago?”
Capítulo 3: El Refugio de YouTube (Que No Fue Refugio)
“Ya sé”, me dije, “voy a ver YouTube. Ahí siempre encuentro algo entretenido.”
Me instalé en mi cama con el teléfono, abrí la aplicación, y empecé el eterno scroll. Videos de maquillaje, vlogs de gente haciendo cosas más interesantes que yo, tutoriales de cosas que probablemente nunca voy a hacer, recopilaciones de TikToks que ya había visto en TikTok.
Empecé a ver un video de una chica organizando su vida, lo cual era irónico considerando que yo acababa de organizar mi closet y seguía sin saber qué hacer con mi vida. Pero a los diez minutos ya estaba distraída, checando los comentarios, viendo otros videos en las sugerencias.
Una hora después me di cuenta de que había visto como veinte videos diferentes sin realmente prestar atención a ninguno. Era como comer comida chatarra emocional: llenaba el tiempo pero no me nutría en absoluto.
Y lo peor es que después de tanto YouTube, me sentía más vacía que antes.
Capítulo 4: La Siesta de Emergencia
“Estoy aburrida, ergo, necesito dormir”, decidió mi cerebro con una lógica que no tenía sentido pero que de alguna manera me pareció perfecta en el momento.
Me acosté “solo por un ratito” a las doce y media del día. Cerré los ojos esperando que una siesta mágica me transportara a un momento del día donde supiera qué hacer conmigo misma.
Pero mi cerebro tenía otros planes. En lugar de dormirme, se puso a hacer ese teatro mental que hace cuando trato de dormir de día: “¿Te acuerdas de esa cosa embarazosa que dijiste en tercero de primaria? Analicémosla por cuarta vez esta semana.”
Después de media hora de no poder dormirme, finalmente caí en una siesta rara y incómoda. Me desperté a las dos y media sintiéndome peor que antes: desorientada, con la boca seca, y con esa sensación de haber desperdiciado tiempo sin haberlo disfrutado.
Capítulo 5: El Experimento de la Lectura
“A ver, Kaylay”, me dije con falsa determinación, “vas a leer. Eres una persona culta e intelectual. La lectura es productiva y edificante.”
Fui por el libro que había empezado hace dos semanas y que había abandonado en el capítulo tres. Me acomodé en mi lugar favorito de la sala, me serví un vaso de agua, puse el teléfono en modo silencio para no tener distracciones.
Los primeros párrafos estuvieron bien. Logré enfocarme y hasta me sentí muy madura y sofisticada. “Miren a Kaylay leyendo libros de verdad en lugar de ver videos de quince segundos.”
Pero después de veinte minutos, mi mente empezó a divagar. Leía las palabras pero no estaba procesando el significado. Era como si mis ojos estuvieran haciendo el trabajo pero mi cerebro estuviera en otro lado, probablemente pensando en lo aburrida que estaba.
Llegué al final de una página y me di cuenta de que no recordaba absolutamente nada de lo que acababa de leer.
Capítulo 6: El Círculo Vicioso de la Indecisión
Para las cuatro de la tarde ya había agotado mis opciones “productivas” y estaba de vuelta en el punto de partida: parada en mi cuarto, preguntándome qué hacer.
Pero ahora tenía el agravante de haber intentado varias cosas y no haber disfrutado ninguna. Era como estar hambrienta pero que nada me antojara, excepto que en lugar de comida era entretenimiento.
Empecé a hacer esa cosa que hago cuando estoy aburrida: abrir y cerrar aplicaciones en el teléfono sin razón. Instagram, WhatsApp, TikTok, Instagram otra vez, como si algo mágico fuera a aparecer en los treinta segundos que habían pasado desde la última vez que lo revisé.
También empecé a caminar por la casa sin propósito, abriendo la refrigeradora sin hambre, viendo la televisión sin interés, moviendo cosas de lugar sin necesidad.
Capítulo 7: La Crisis Existencial de los Domingos
(O lunes, o martes, o cualquier día libre que se sienta eterno)
En algún momento de la tarde tuve una mini crisis existencial. “¿Cómo es posible que tenga tantas opciones de entretenimiento y ninguna me emocione? ¿Qué me pasa? ¿Por qué no puedo simplemente relajarme y disfrutar mi tiempo libre?”
Empecé a sentirme culpable por estar aburrida. Hay gente trabajando dobles turnos que matarían por tener un día libre, y aquí estoy yo, quejándome de tener tiempo.
Pero al mismo tiempo, no podía forzar mi cerebro a sentir emoción por actividades que simplemente no me estaban generando ningún interés en ese momento.
Es frustrante cuando tu mente y tu tiempo libre no están sincronizados.
Capítulo 8: El Scroll Infinito de las Redes Sociales
Para las cinco de la tarde, oficialmente me rendí ante el scroll infinito. Instagram, TikTok, Twitter, de vuelta a Instagram, como una máquina tragamonedas emocional.
Vi stories de amigas haciendo cosas aparentemente más interesantes que yo. Una en un café nuevo, otra en el gimnasio, otra cocinando algo que se veía delicioso. Y por un segundo pensé: “¿Por qué no hice algo así?”
Pero la verdad es que en ese momento, ni el café más trendy del mundo me hubiera emocionado. A veces simplemente hay días donde tu batería social y emocional está en cero, sin importar cuántas opciones tengas disponibles.
El scroll se convirtió en una actividad puramente mecánica. Veía las publicaciones pero no las procesaba realmente. Era como tener los ojos ocupados mientras el cerebro flotaba en el limbo del aburrimiento.
Capítulo 9: La Falsa Promesa de “Voy a Hacer Ejercicio”
A las seis de la tarde tuve un momento de inspiración súbita: “¡Voy a hacer ejercicio! Eso me va a dar endorfinas y me va a hacer sentir mejor.”
Me puse mi ropa deportiva más linda (porque si voy a hacer ejercicio aburrida, al menos voy a verme bien), puse una playlist motivacional, y me preparé mentalmente para convertirme en la versión fitness de Kaylay.
Hice exactamente quince minutos de rutina de YouTube antes de decidir que ya había tenido suficiente ejercicio por un día. No era que estuviera cansada físicamente; era que mi mente seguía en ese estado de “nada me emociona” que había caracterizado todo el día.
Me quité la ropa deportiva sintiéndome un poco tonta por haberme ilusionado tanto con quince minutos de ejercicio mediocre.
Capítulo 10: La Cena Como Evento Principal
Para las siete y media, la cena se había convertido en el evento más emocionante del día, lo cual dice mucho sobre cómo había estado mi día.
Pasé veinte minutos decidiendo qué comer, no porque tuviera mucha hambre, sino porque era la única decisión del día que sentía que tenía consecuencias inmediatas y tangibles.
Cociné con más cuidado del usual, como si preparar la comida perfecta fuera a cambiar mágicamente mi estado de ánimo. Puse la mesa bonita, me serví agua en un vaso elegante, traté de hacer de la cena una experiencia en lugar de solo una necesidad.
Y funcionó… por exactamente los treinta minutos que me tomé para comer. Después, vuelta a lo mismo.
Capítulo 11: La Reflexión Nocturna
Para las nueve de la noche, ya había aceptado que este era simplemente uno de esos días. No todos los días pueden ser emocionantes y productivos y llenos de actividades significativas.
A veces, los días aburridos son como los días lluviosos: no los puedes controlar, solo los tienes que vivir hasta que pasen.
Me di cuenta de que parte de mi frustración venía de la expectativa de que debería estar aprovechando mi tiempo libre de alguna manera específica. Como si hubiera una forma “correcta” de relajarse o divertirse.
Pero tal vez está bien tener días donde no haces nada particularmente interesante. Tal vez está bien que no todos los momentos de tu vida sean Instagram-worthy o productivos o emocionantes.
Capítulo 12: El Descubrimiento Accidental
Justo cuando ya había decidido que iba a terminar el día viendo Netflix hasta quedarme dormida, pasó algo inesperado: encontré un cuaderno viejo en mi mesa de noche.
Por curiosidad lo abrí y empecé a leer cosas que había escrito hace meses. Algunas eran súper dramáticas y me dieron risa, otras eran sorprendentemente profundas, y otras me recordaron momentos que había olvidado completamente.
Y de repente, sin planearlo, empecé a escribir sobre mi día aburrido. No porque fuera una actividad programada o porque alguien me lo hubiera sugerido, sino porque simplemente se sintió natural.
Escribir sobre estar aburrida era, irónicamente, menos aburrido que estar aburrida sin más.
Capítulo 13: La Epifanía Pequeña
Mientras escribía, me di cuenta de algo: tal vez el problema no era que el día había sido aburrido, sino que yo estaba esperando que algo externo me rescatara del aburrimiento.
Había tratado de consumir entretenimiento (YouTube, redes sociales, libros) en lugar de crear algo o conectar realmente conmigo misma.
No es que esté mal consumir contenido, pero tal vez cuando estoy en modo “nada me satisface”, necesito hacer algo en lugar de solo recibir algo.
Escribir me estaba dando la sensación de propósito que había estado buscando todo el día en lugares equivocados.
Capítulo 14: La Lección del Día Anti-Clímax
Al final, mi día aburrido terminó siendo menos aburrido de lo que pensé, pero no porque haya pasado algo emocionante, sino porque encontré una forma de estar presente en mi propio aburrimiento.
A veces está bien no saber qué hacer. A veces está bien probar varias cosas y que ninguna te emocione completamente. A veces está bien tener días que no van a entrar en tu top 10 de mejores días de la vida.
Lo importante es no pelear contra estos días, sino encontrar formas pequeñas de conectar contigo misma en medio de ellos.
Epílogo: La Promesa para el Próximo Día Aburrido
La próxima vez que tenga un día así, voy a recordar esto: el aburrimiento no es el enemigo, la resistencia al aburrimiento es el enemigo.
Voy a tratar de ser más paciente conmigo misma cuando mi cerebro esté en modo “nada me emociona”. Voy a intentar hacer cosas pequeñas en lugar de buscar la actividad perfecta que me rescate del aburrimiento.
Y si todo falla, voy a escribir sobre eso también. Porque aparentemente, escribir sobre lo aburrida que estoy es menos aburrido que solo estar aburrida.
Hasta el próximo día de “no sé qué hacer conmigo misma”,
Kaylay
P.D.: Terminé este cuento a las 11:30 PM, y oficialmente ya no estoy aburrida. Misión cumplida.