Juan Luis Guerra
- Lectura en 13 minutos - 2629 palabrasRecuerdos Del Alma Que Aún No He Vivido
Una historia de Kaylay sobre música, conexión profunda y bailar con el corazón
Capítulo 1: El Presentimiento
Kaylay estaba acostada en su cama una noche cualquiera cuando sintió algo extraño en su pecho. No era dolor. No era tristeza. Era… una certeza. Un conocimiento que venía de algún lugar profundo que no podía explicar.
“Hay algo en mi mente y en mi corazón,” murmuró en la oscuridad, “que dice que la música de un artista en específico me va a traer recuerdos.”
Se sentó en su cama, confundida por su propio pensamiento.
“¿Pero recuerdos de qué?” se preguntó. “No sé de dónde. Pero sé que serán hermosos.”
La sensación era tan fuerte que le daba escalofríos. Como si su alma supiera algo que su mente todavía no entendía.
“Me llevará a lo más profundo de mi ser,” continuó, ahora hablando con más seguridad. “Ese artista es Juan Luis Guerra.”
Y cuando dijo su nombre en voz alta, sintió que algo en su interior se acomodaba en su lugar. Como si hubiera estado esperando ese reconocimiento.
No eran solo las bachatas. No era solo la música. Era algo más. Algo que tocaba una parte de su alma que ni siquiera sabía que existía.
“Tiene bachatas hermosas,” pensó, cerrando los ojos. “Melodías increíbles. Esa sensación exquisita de pararte y bailar contigo misma.”
Y entonces supo, con total claridad, que necesitaba explorar esa conexión. Necesitaba sumergirse completamente en esa música y descubrir qué era lo que su corazón estaba tratando de decirle.
Capítulo 2: La Inmersión
Al día siguiente, Kaylay hizo algo que nunca había hecho: decidió pasar todo el día escuchando solo Juan Luis Guerra.
“Hoy es día de exploración musical,” le anunció a Andrea durante el desayuno.
“¿Otra vez con Juan Luis Guerra?” Andrea sonrió.
“No entiendes. Hay algo en su música que… que me llama. Como si tuviera que descubrir algo.”
Andrea la miró con curiosidad. “Eso suena muy profundo para las 9 de la mañana.”
“Lo sé. Pero es real.”
Kaylay se encerró en su cuarto con sus audífonos, su playlist de Juan Luis Guerra abierta, y una disposición de dejarse llevar completamente.
Comenzó con las bachatas. Luego las melodías más movidas. Después las románticas. Las alegres. Las melancólicas.
Y con cada canción, sentía algo diferente. Cada melodía la tocaba en un lugar distinto de su alma.
“Es como si cada canción estuviera diseñada específicamente para una parte de mí,” pensó maravillada.
Pero había una en particular que la hacía sentir algo especial. Una que mencionaba algo sobre un tocadisco y un corazón.
Cuando llegó a esa parte específica de la letra, Kaylay cerró los ojos.
Y se derritió.
Literalmente sintió como si su cuerpo se convirtiera en algo suave, cálido, completo.
“Estoy completamente enterita,” susurró, abrazándose a sí misma. “No me falta nada en este momento.”
Su cabeza comenzó a dar vueltas. No de mareo. Eran vueltitas dulces. Como si estuviera girando lentamente en el espacio, envuelta en algodón de azúcar musical.
Capítulo 3: El Baile Inevitable
La música seguía sonando. Y el cuerpo de Kaylay ya no podía quedarse quieto.
Se levantó de la cama casi sin pensarlo. Sus pies se movieron solos. Sus caderas comenzaron a balancearse. Sus brazos se extendieron.
Y bailó.
No era un baile planeado. No era una coreografía. Era pura expresión. Pura emoción traducida en movimiento.
“Mi cuerpecito empieza a moverse al ritmo de la música,” cantó junto con la melodía, girando en su cuarto.
Cerró los ojos y se dejó llevar completamente. En su mente, no estaba en su cuarto. Estaba en algún lugar mágico donde solo existían ella y la música.
Sus movimientos eran suaves, fluidos, apasionados. Se movía como si estuviera bailando con alguien, pero ese alguien era la música misma.
“Te relajas,” pensó mientras sus hombros se soltaban, mientras su cuerpo encontraba un ritmo perfecto. “Es posible dormir con esta sensación.”
Y era cierto. La música la relajaba tanto que sentía que podría acostarse en el piso y quedarse dormida ahí mismo, envuelta en esas melodías.
Pero no quería dormir. Quería bailar. Quería sentir. Quería estar completamente presente en este momento de conexión pura.
Estaba tan perdida en su mundo que no escuchó cuando la puerta de su cuarto se abrió lentamente.
Capítulo 4: El Espectador Divertido
Mateo había escuchado la música desde su oficina. Al principio no le prestó atención - Kaylay siempre estaba escuchando música. Pero luego escuchó ruidos. Pisadas. Movimiento.
Curioso, se acercó a la puerta del cuarto de su hermana. Estaba ligeramente abierta.
Y lo que vio lo hizo contener la risa.
Ahí estaba Kaylay, con audífonos puestos, completamente ajena al mundo, bailando con los ojos cerrados. Sus movimientos eran dramáticos, apasionados, completamente entregados.
Extendía los brazos como si estuviera abrazando a alguien invisible. Giraba sobre sí misma. Movía las caderas de una manera que claramente pensaba que era sensual pero que a Mateo le parecía adorablemente exagerada.
Y lo mejor: Kaylay estaba cantando. Bueno, más bien murmurando las palabras incorrectas mientras se inventaba la mitad de la letra.
Mateo sacó su teléfono. Esto definitivamente merecía ser documentado.
Comenzó a grabar justo cuando Kaylay hizo un giro particularmente dramático, extendió los brazos hacia el techo, y proclamó con los ojos cerrados: “¡Estoy completamente enterita!”
Mateo tuvo que taparse la boca para no reírse en voz alta.
Kaylay continuó su baile, completamente inconsciente de su audiencia. Giraba, se balanceaba, se movía de una manera que solo tenía sentido en su propia mente.
Finalmente, Mateo no pudo más. Soltó una carcajada.
Capítulo 5: La Vergüenza Instantánea
Kaylay abrió los ojos de golpe al escuchar la risa. Ahí estaba Mateo, parado en su puerta, con su teléfono en mano, riéndose a carcajadas.
“¿CUÁNTO TIEMPO HAS ESTADO AHÍ?” gritó Kaylay, quitándose los audífonos de un tirón.
“Lo suficiente,” Mateo apenas podía hablar de la risa. “Lo suficiente para ver tu interpretación de ’estoy completamente enterita’.”
“¡NO DIJISTE ESO EN VOZ ALTA!” Kaylay se cubrió la cara con las manos.
“LO DIJISTE. Y lo grité al cielo mientras girabas como si estuvieras en un musical de Broadway.”
“¡Mateo, borra ese video!”
“NUNCA,” Mateo protegió su teléfono como si fuera un tesoro. “Esto es oro puro. Esto va directamente a los archivos de la familia.”
“¡Te voy a matar!”
“Tendrás que atraparme primero,” Mateo salió corriendo del cuarto, todavía riéndose.
Kaylay lo persiguió por el pasillo, su cara roja de vergüenza. “¡MATEO! ¡Es mi momento privado! ¡Mi conexión con la música!”
“¡Tu conexión con la música es hilarante!” gritó Mateo desde las escaleras.
“¡No es hilarante! ¡Es hermoso!”
“¡Es hilarantemente hermoso!”
Finalmente, después de perseguirlo por toda la casa, Kaylay se rindió, dejándose caer en el sofá con frustración.
Mateo se sentó junto a ella, todavía sonriendo. “Okay, okay. No compartiré el video. Pero Kay, tienes que admitir que es gracioso.”
“No es gracioso. Es… es mi forma de expresarme.”
“Lo sé,” Mateo puso su brazo alrededor de los hombros de su hermana. “Y es adorable. Raro, pero adorable.”
Capítulo 6: La Explicación Profunda
Kaylay suspiró, decidiendo ser honesta con su hermano. “No entenderías.”
“Intenta explicármelo,” dijo Mateo con sinceridad.
Kaylay pensó por un momento, buscando las palabras correctas. “¿Alguna vez has sentido que algo te toca el alma de una manera que no puedes explicar?”
“Supongo que sí.”
“Así es como me siento con la música de Juan Luis Guerra,” Kaylay miró a su hermano. “Hay algo en mi mente y en mi corazón que me dice que su música me va a traer recuerdos. No sé de dónde, pero sé que serán hermosos.”
“¿Recuerdos de qué?” preguntó Mateo, genuinamente curioso ahora.
“No lo sé todavía. Es como si… como si mi alma reconociera algo en su música. Como si me estuviera llevando a lo más profundo de mi ser.”
Mateo escuchaba con atención, sin interrumpir.
“Tiene bachatas hermosas, melodías increíbles,” continuó Kaylay. “Y cuando las escucho, me dan esa sensación exquisita de querer pararme y bailar conmigo misma. Te relajas tanto que es posible hasta dormir con esa sensación.”
“¿Y cuando mencionas el tocadisco y el corazón?” preguntó Mateo.
“Me derrito,” admitió Kaylay. “Siento que estoy completamente enterita. Mi cabeza da vueltitas dulces. Es… es difícil de explicar.”
Mateo asintió lentamente. “Creo que entiendo. Es como cuando algo te toca tan profundo que no necesitas palabras para explicarlo. Simplemente lo sientes.”
“Exacto,” Kaylay sonrió con alivio de que alguien lo entendiera. “Por eso bailo así. No es solo bailar. Es mi forma de conectar con esa parte profunda de mí que su música despierta.”
Capítulo 7: El Evangelismo Musical (Otra Vez)
Después de esa conversación, Kaylay sintió la necesidad de compartir esa conexión con el mundo.
“Chicos,” escribió en sus redes sociales esa noche, “necesito decirles algo importante.”
Grabó un video, sentada en su cama, con total seriedad.
“Vayan a YouTube. No me importa si no tienen premium. No me importa si tienen que escuchar anuncios. Pero VAYAN.”
Hizo una pausa dramática.
“Busquen las bachatas de Juan Luis Guerra. Sus melodías. Su música.”
Cerró los ojos, tocándose el corazón.
“Háganme caso. Yo sé por qué les digo esto. Me agradecerán cuando su cuerpecito empiece a moverse al ritmo de la música.”
Abrió los ojos, mirando directamente a la cámara con intensidad.
“No se lo pierdan. Su música tiene algo… algo que toca el alma. Que te lleva a lo más profundo de tu ser. Que te hace sentir completamente enterito.”
Señaló a la cámara.
“Y cuando escuchen esa parte sobre el tocadisco y el corazón, van a entender. Se van a derretir. Su cabeza va a dar vueltitas dulces.”
Sonrió.
“Y entonces van a pararse. Y van a bailar. Y se van a relajar de una manera tan exquisita que van a entender por qué es posible hasta dormir con esa sensación.”
Terminó el video con un mensaje final: “No es solo música. Es una experiencia del alma. Confíen en mí.”
Capítulo 8: Las Reacciones
Los comentarios empezaron a llegar casi inmediatamente.
“Okay, fui a YouTube como dijiste y… WOW. ¿Por qué nadie me había dicho sobre esto?”
“Acabo de pasar dos horas escuchando Juan Luis Guerra gracias a ti y mi vida cambió.”
“Kaylay, literalmente me paré y empecé a bailar sola en mi cuarto. Mi roommate piensa que estoy loca pero NO ME IMPORTA.”
“Esa sensación de ’estar completamente enterito’… LO SENTÍ. No puedo explicarlo pero LO SENTÍ.”
“Mi cuerpecito se movió al ritmo de la música tal como dijiste 😭”
Kaylay leía cada comentario con lágrimas en los ojos. No estaba loca. Otra gente sentía lo mismo. Esa conexión profunda, esa sensación inexplicable.
Mateo vio el video y los comentarios. “Creaste un movimiento,” bromeó.
“No es un movimiento. Es… es compartir algo hermoso,” respondió Kaylay.
“Sea lo que sea, claramente tocaste algo en la gente.”
“Porque Juan Luis Guerra toca algo en todos,” dijo Kaylay con convicción. “Solo que algunos no lo han descubierto todavía.”
Capítulo 9: La Noche De Inmersión Total
Esa noche, Kaylay decidió hacer algo especial. Apagó todas las luces de su cuarto, encendió solo una lámpara tenue, se acostó en su cama con audífonos, y puso la playlist completa de Juan Luis Guerra.
“Voy a dejarme llevar completamente,” se prometió.
Cerró los ojos y se sumergió en la música.
Cada canción la llevaba a un lugar diferente en su mente. Veía colores. Sentía texturas. Experimentaba emociones que no sabía que podía sentir.
Cuando llegó a esa canción especial, esa con la parte del tocadisco y el corazón, algo extraordinario pasó.
Por un momento, solo un momento, Kaylay sintió como si estuviera recordando algo. No era un recuerdo claro. Era más como una sensación. Como si su alma estuviera reconociendo algo familiar.
“Son recuerdos que aún no he vivido,” susurró en la oscuridad, comprendiendo de repente.
Eso era. No eran recuerdos del pasado. Eran recuerdos del futuro. Su alma estaba anticipando momentos hermosos que aún no habían pasado pero que pasarían.
Bailar con alguien que ama bajo las estrellas. Celebrar momentos importantes con esa música de fondo. Crear memorias hermosas que algún día, cuando volviera a escuchar estas canciones, la harían llorar de nostalgia.
“Me está preparando,” pensó Kaylay maravillada. “La música me está preparando para momentos hermosos que aún no llegan.”
Y con esa comprensión, se sintió completamente en paz. Completamente enterita. Su cabeza daba vueltitas dulces mientras la música la mecía suavemente hacia el sueño.
Y sí, era posible dormir con esa sensación. Era como ser arrullada por el universo mismo.
Capítulo 10: El Descubrimiento Del Alma
A la mañana siguiente, Kaylay despertó sintiéndose diferente. No podía explicar cómo, pero algo había cambiado en ella.
Bajó a desayunar y encontró a Mateo en la cocina.
“Buenos días, bailarina del alma,” bromeó él.
Pero Kaylay no se molestó. Solo sonrió. “Mateo, descubrí algo anoche.”
“¿Qué?”
“La razón por la que la música de Juan Luis Guerra me hace sentir que me va a traer recuerdos hermosos.”
“Cuenta.”
“No son recuerdos del pasado. Son recuerdos del futuro,” explicó Kaylay. “Mi alma está anticipando momentos hermosos que aún no he vivido pero que viviré. Y cuando esos momentos pasen, esta música estará ahí. Y entonces sí serán recuerdos reales.”
Mateo se quedó en silencio por un momento, procesando. “Eso es… profundo, Kay.”
“Lo sé. Y es hermoso.”
“Entonces, ¿qué vas a hacer con ese conocimiento?”
“Voy a seguir escuchando,” dijo Kaylay simplemente. “Voy a seguir bailando sola. Voy a seguir derritiéndome cuando escuche esa parte del tocadisco y el corazón. Voy a seguir sintiendo mi cabeza dar vueltitas dulces.”
“¿Y cuando te encuentre bailando otra vez?”
“Ríete todo lo que quieras,” Kaylay sonrió. “Pero también entiende que estás presenciando algo especial. Estás viendo a alguien conectándose con lo más profundo de su ser.”
Mateo se acercó y abrazó a su hermana. “Eres rara. Pero te amo.”
“Soy especial. Y también te amo.”
Epílogo: La Invitación
Meses después, Kaylay seguía con su ritual de escuchar a Juan Luis Guerra. Seguía bailando sola. Seguía sintiéndose completamente enterita cuando la música la envolvía.
Y seguía invitando a otros a experimentar esa magia.
“Chicos,” decía cada vez que podía, “si aún no han ido a YouTube a escuchar a Juan Luis Guerra, ¿qué esperan?”
“No importa si tienen que escuchar anuncios. Vale la pena.”
“Su cuerpecito va a empezar a moverse. Se van a relajar de una manera exquisita. Van a sentir que es posible hasta dormir con esa sensación.”
“Y cuando escuchen esa parte sobre el tocadisco y el corazón girando, se van a derretir. Van a sentirse completamente enteritos. Su cabeza va a dar vueltitas dulces.”
“Háganme caso. Yo sé por qué les digo. Me lo van a agradecer.”
Y la gente lo hacía. Una por una, las personas descubrían esa música. Y una por una, entendían exactamente de qué hablaba Kaylay.
Porque Juan Luis Guerra no solo hace música. Crea experiencias del alma. Momentos de conexión profunda. Recuerdos del futuro esperando ser vividos.
Y Kaylay, la chica que baila sola en su cuarto con los ojos cerrados mientras su hermano se ríe desde la puerta, era la embajadora perfecta de esa magia.
FIN
Mensaje Final de Kaylay:
“Chicos, si están leyendo esto y aún no han ido a escuchar a Juan Luis Guerra, paren lo que están haciendo.
Vayan a YouTube. Pongan sus bachatas. Sus melodías increíbles.
No se lo pierdan.
Háganme caso. Yo sé por qué les digo.
Me agradecerán cuando su cuerpecito empiece a moverse al ritmo de la música.
Cuando se sientan completamente enteritos.
Cuando su cabeza dé vueltitas dulces.
Cuando se derritan de una manera que no pueden explicar pero que es perfecta.
Es más que música. Es una experiencia del alma.
Y todos merecemos experimentar eso.”
— Kaylay, la chica que encontró recuerdos del futuro en las melodías del presente.