DJ Bachata
- Lectura en 13 minutos - 2618 palabrasLa Chica Que Baila Bachata Con El Aire
Una historia de Kaylay sobre música, pasión y bailar sola (pero inspirada)
Capítulo 1: El Descubrimiento
Todo comenzó un día normal. Kaylay estaba en su cuarto, haciendo tarea o scrolleando en su teléfono - ya ni se acordaba - cuando escuchó algo.
Música.
Venía de la oficina de su hermano mayor, Mateo. Él estaba trabajando, como siempre, con música de fondo.
Pero esta vez era diferente. Esta vez, la música atravesó las paredes y llegó directamente al alma de Kaylay.
Una guitarra suave. Un ritmo de bachata. Y luego, una voz:
“Cuando menos lo esperaba, el DJ puso bachata amor…”
Kaylay se detuvo. Completamente. Lo que sea que estuviera haciendo quedó olvidado.
“¿Qué es eso?” murmuró, saliendo de su cuarto como hipnotizada.
Caminó por el pasillo siguiendo la música. Se acercó a la puerta de la oficina de Mateo. Y se quedó ahí parada, escuchando.
La canción continuaba, envolvente, romántica, apasionada.
“Y tus ojos me miraban…”
Y en ese momento, algo explotó en el pecho de Kaylay. Una sensación que no podía describir. Cositas en el estómago. Ganas de llorar pero no de tristeza. De ternura. De pasión. De algo hermoso y puro.
“¿Qué… qué es esta canción?” susurró, sintiendo lágrimas formándose en sus ojos sin saber por qué.
Capítulo 2: La Pregunta Que Lo Cambió Todo
Cuando la canción terminó, Kaylay tocó la puerta de la oficina de Mateo.
“Pasa,” dijo él sin levantar la vista de su computadora.
Kaylay entró, todavía procesando lo que acababa de sentir. “Mateo, ¿qué canción era esa?”
“¿Cuál?” Mateo finalmente la miró.
“La que acabas de poner. La de la bachata. La del DJ.”
“Ah,” Mateo sonrió. “DJ Bachata. Juan Luis Guerra.”
“Juan Luis Guerra,” repitió Kaylay, memorizando el nombre como si fuera sagrado. “¿Puedes ponerla otra vez?”
Mateo levantó una ceja. “¿Te gustó?”
“Mateo, NECESITO escucharla otra vez. Ahora.”
“Okay, okay,” Mateo rio ante la urgencia de su hermana. Buscó la canción en Spotify y le dio play.
Y ahí estaba otra vez. Esa guitarra. Ese ritmo. Esa voz.
Kaylay cerró los ojos. Y las lágrimas que había estado conteniendo comenzaron a caer suavemente.
“¿Estás llorando?” preguntó Mateo, alarmado.
“No estoy llorando,” mintió Kaylay, limpiándose las mejillas. “Es solo… es que… no sé. Esta canción me hace sentir cosas.”
“¿Qué tipo de cosas?”
“Cosas de amor. De pasión. De romance. Cosas que ni siquiera sabía que podía sentir con una canción.”
Mateo sonrió con comprensión. “Bienvenida al mundo de Juan Luis Guerra. El hombre que hace llorar a la gente con bachatas.”
“No estoy llorando,” insistió Kaylay, aunque claramente estaba llorando.
Capítulo 3: La Obsesión Comienza
Desde ese día, Kaylay se volvió adicta a esa canción.
La escuchaba en la mañana mientras se arreglaba. La escuchaba en la tarde mientras estudiaba. La escuchaba en la noche antes de dormir.
“Kaylay, ¿otra vez esa canción?” preguntaba su mamá cuando escuchaba la bachata sonando desde el cuarto de su hija por décima vez en el día.
“¡Es que es perfecta, mamá!” respondía Kaylay. “No me canso de escucharla.”
“Ya la has escuchado como cincuenta veces hoy.”
“Y la voy a escuchar cincuenta más.”
Su mamá solo negaba con la cabeza, riéndose.
Pero lo más especial era cuando llegaba ESE momento de la canción. Ese momento mágico.
“Cuando menos lo esperaba, el DJ puso bachata amor…”
Cada vez que esa parte llegaba, Kaylay sentía las mismas cositas en el estómago. Las mismas ganas de llorar de ternura y pasión. El mismo sentimiento indescriptible que la hacía sentir viva.
“Es como si esa línea me tocara el alma,” le explicó a Andrea, su compañera de departamento.
“Es solo una canción, Kay.”
“¡NO ES SOLO UNA CANCIÓN!” protestó Kaylay dramáticamente. “Es una EXPERIENCIA. Es un SENTIMIENTO.”
Andrea solo rio. “Estás loca.”
“Loca de amor por esta canción, sí.”
Capítulo 4: El Baile Con El Aire
Pero la verdadera magia pasaba cuando Kaylay estaba sola.
Un sábado por la tarde, estaba en su cuarto. Mateo había salido. Su mamá estaba en el supermercado. La casa estaba vacía.
Kaylay puso la canción. Subió el volumen. Y cuando llegó ESE momento…
“Cuando menos lo esperaba, el DJ puso bachata amor…”
Algo se apoderó de ella.
Se paró de su cama. Cerró los ojos. Y comenzó a bailar.
No era un baile cualquiera. Era un baile apasionado. Sensual. Romántico. Como si estuviera en un club. Como si hubiera una persona delante de ella.
Pero no había nadie. Solo Kaylay y el aire.
Movía sus caderas al ritmo de la bachata. Extendía sus brazos como si estuviera abrazando a alguien. Giraba, se movía, se perdía en la música.
“Tus ojos me miraban,” cantaba con la canción, con los ojos cerrados, imaginando una escena romántica que solo existía en su mente.
En ese momento, no era solo Kaylay en su cuarto. Era Kaylay en un club en Fukuoka, bailando bachata con el amor de su vida que no existía.
“Y la brisa se llevaba mi corazón,” cantaba apasionadamente, haciendo movimientos que habría sido demasiado vergonzoso hacer frente a alguien.
Pero estaba sola. Y se sentía libre. Inspirada. ELLA MISMA.
Capítulo 5: La Interrupción Vergonzosa
Kaylay estaba en medio de su baile más apasionado, cantando con todo su corazón, con los ojos cerrados, moviendo las caderas como si estuviera en un video musical, cuando…
La puerta de su cuarto se abrió.
“Kay, ¿has visto mis— QUÉ DEMONIOS ESTÁS HACIENDO?”
Kaylay abrió los ojos de golpe. Ahí estaba Mateo, parado en la puerta, con una expresión entre horror y diversión absoluta.
“YO… YO ESTABA…” Kaylay se paralizó en medio de un movimiento de cadera particularmente dramático.
“¿Estabas bailando sola?” preguntó Mateo, tratando de no reírse.
“NO.”
“Kay, te vi. Estabas bailando con… ¿el aire?”
“ESTABA HACIENDO EJERCICIO,” mintió Kaylay desesperadamente.
“Eso no era ejercicio. Eso era bachata apasionada con una pareja imaginaria.”
“¡NO HABÍA PAREJA IMAGINARIA!”
“Literalmente tenías los brazos extendidos como si estuvieras abrazando a alguien.”
Kaylay se cubrió la cara con las manos. “Por favor vete y olvida que viste esto.”
“Nunca,” Mateo estaba riéndose ahora. “Esto va a los archivos de ‘Momentos Vergonzosos de Kaylay’ que sacaré en tu boda.”
“¡MATEO!”
“‘Tus ojos me miraban’,” imitó Mateo con voz dramática, haciendo movimientos exagerados de bachata.
“Me amas. Y amas esa canción más de lo que es saludable.”
“No es mi culpa que sea perfecta,” murmuró Kaylay, todavía roja de vergüenza.
Mateo salió del cuarto, riéndose. “¡Continúa con tu baile romántico con el aire! No dejes que te interrumpa.”
“¡CIERRA LA PUERTA!”
Capítulo 6: La Defensa de Su Amor Musical
Esa noche, durante la cena, Mateo no pudo resistirse.
“Entonces, mamá,” comenzó con una sonrisa maliciosa, “¿sabías que Kay baila bachata apasionadamente con parejas imaginarias?”
“¡MATEO!” Kaylay casi escupe su comida.
“¿Qué?” su mamá miró a Kaylay con curiosidad.
“No es cierto,” protestó Kaylay.
“Totalmente cierto. La encontré en su cuarto, bailando con los ojos cerrados, cantando ’tus ojos me miraban’ con una pasión que debería reservarse para, ya sabes, una persona real.”
Su mamá se rio. “Déjala. Todos hacemos cosas raras cuando estamos solos.”
“Gracias, mamá,” dijo Kaylay con alivio.
“Yo también bailo sola a veces,” admitió su mamá. “Es liberador.”
“¿Ves?” Kaylay le sacó la lengua a Mateo. “Es normal.”
“Sí, pero tú lo haces con una INTENSIDAD,” insistió Mateo. “Tenías toda una coreografía. Había giros. Había movimientos de cadera. Había DRAMA.”
“Porque la canción lo amerita,” defendió Kaylay. “Es una canción romántica y apasionada. No puedes escucharla y quedarte quieta.”
“Aparentemente no,” rio Mateo.
“Y para tu información,” continuó Kaylay con dignidad, “me siento YO MISMA cuando ponen esa música. Es cuando puedo expresarme sin juzgamientos. Bueno, hasta que ALGUIEN entra sin tocar.”
“Toqué. Tú no escuchaste porque estabas en tu mundo de Fukuoka imaginario.”
“Odio que me conozcas tan bien.”
Capítulo 7: Compartiendo La Magia
A pesar de la vergüenza, Kaylay no dejó de bailar su bachata sola. Solo se aseguraba de cerrar la puerta con llave ahora.
Pero también empezó a compartir su amor por la canción con otros.
“Andrea, NECESITAS escuchar esta canción,” le dijo a su compañera de departamento un día.
“¿Otra vez con la bachata?” Andrea suspiró.
“No entiendes. Esta canción es ARTE. Es POESÍA. Es—”
“Es una canción, Kay.”
“UNA CANCIÓN PERFECTA,” insistió Kaylay, poniendo la música. “Escucha. Especialmente esta parte.”
Llegó el momento mágico: “Cuando menos lo esperaba, el DJ puso bachata amor…”
Kaylay cerró los ojos, sintiendo las cositas en el estómago, las lágrimas de ternura amenazando con caer.
Andrea la observaba con una mezcla de confusión y ternura. “Kay, ¿estás llorando?”
“No estoy llorando. Solo… tengo alergias.”
“No tienes alergias.”
“Ahora sí. Soy alérgica a la belleza excesiva de esta canción.”
Andrea se rio. “Estás loca. Pero es adorable.”
“Escucha la siguiente parte,” suplicó Kaylay. “‘Y tus ojos me miraban.’ ¿ESCUCHASTE ESO? ¿Cómo no te emociona?”
“Es bonito,” admitió Andrea. “Pero no me hace llorar de ternura y pasión.”
“Porque no tienes alma,” bromeó Kaylay.
“O porque no he sido poseída por el espíritu de Juan Luis Guerra como tú.”
Capítulo 8: El Consejo No Solicitado
Una tarde, Kaylay estaba en el gym. Había terminado su rutina y estaba en el vestidor cambiándose cuando escuchó algo familiar en las bocinas del gym.
Una bachata.
Pero no cualquier bachata.
SU bachata.
“Cuando menos lo esperaba, el DJ puso bachata amor…”
Kaylay se quedó paralizada, con su playera a medio poner.
“No puede ser,” murmuró.
Pero lo era. Marcos, su entrenador, había puesto DJ Bachata.
Kaylay salió corriendo del vestidor, todavía arreglándose la ropa, y encontró a Marcos.
“¿TE GUSTA JUAN LUIS GUERRA?” gritó emocionada.
Marcos se rio. “Claro. Es un clásico.”
“¡ES EL MEJOR! Esta canción en particular es PERFECTA.”
“Veo que eres fan,” observó Marcos.
“Marcos, esta canción me hace llorar de ternura y pasión. Me hace bailar sola en mi cuarto como si estuviera con una pareja imaginaria. Me hace sentir YO MISMA.”
Marcos levantó las cejas. “Eso es… muy específico.”
“Si no han escuchado esta canción,” proclamó Kaylay dramáticamente, mirando a otros en el gym que la estaban observando como si estuviera loca, “necesitan ir ahora mismo y escucharla. AHORA MISMO. Especialmente la parte donde dice ’tus ojos me miraban.’ Cambió mi vida.”
“Kay, estás asustando a la gente,” murmuró Marcos.
“No me importa. Necesitan saber. NECESITAN EXPERIMENTAR LA MAGIA.”
Una señora que estaba en la caminadora se rio. “Me convenciste. ¿Cómo se llama?”
“DJ Bachata de Juan Luis Guerra,” respondió Kaylay con seriedad absoluta. “Y cuando la escuches, vas a entender. Vas a llorar de ternura. Vas a querer bailar apasionadamente aunque estés sola.”
“Okay…” la señora sonaba un poco preocupada.
“Es una experiencia espiritual,” agregó Kaylay.
“Kay, creo que necesitas calmarte un poco,” sugirió Marcos.
“NO PUEDO CALMARME. JUAN LUIS GUERRA NO SE CALMA.”
Capítulo 9: La Aceptación
Con el tiempo, la familia y amigos de Kaylay aceptaron su obsesión con la canción.
“Ah, es hora de la bachata de Kaylay,” decía su mamá cuando escuchaba la canción sonar desde su cuarto por quinta vez en el día.
“Debe estar teniendo un mal día. O un buen día. O cualquier día. Siempre pone esa canción,” comentaba Mateo.
Y Kaylay no se avergonzaba. Bueno, tal vez un poco cuando Mateo la encontró bailando con el aire. Pero en general, había aceptado su amor incondicional por esa canción.
“¿Sabes qué?” le dijo a Andrea una noche. “No me importa si la gente piensa que estoy loca.”
“Estás loca,” confirmó Andrea.
“Pero soy feliz,” continuó Kaylay. “Esa canción me hace feliz. Me hace sentir cosas hermosas. Me hace bailar aunque esté sola. Me hace llorar lágrimas de ternura. Y eso es hermoso.”
“Tienes razón,” Andrea sonrió. “Es tu cosa. Y es adorable, aunque sea un poco obsesiva.”
“No es obsesión. Es AMOR,” insistió Kaylay dramáticamente.
“Okay, lo que digas, Romeo.”
Esa noche, Kaylay puso la canción otra vez. Y cuando llegó ese momento especial, cerró los ojos, sintió las cositas en el estómago, dejó que las lágrimas cayeran libremente, se paró, y comenzó a bailar.
Sola. Pero inspirada.
Con una pareja imaginaria. Pero sintiéndose completa.
Porque en esos momentos, cuando la música la envolvía y las palabras le llegaban al alma, Kaylay era completamente ella misma.
Y eso era lo más importante.
Capítulo 10: El Mensaje Al Mundo
Meses después de descubrir la canción, Kaylay decidió hacer algo importante.
Creó un video para sus redes sociales. En el video, estaba ella, en su cuarto, con la canción de fondo.
“Chicos y chicas,” comenzó, con total seriedad, “necesito hablarles de algo crucial.”
Hizo una pausa dramática.
“Si no han escuchado ‘DJ Bachata’ de Juan Luis Guerra, ¿qué están haciendo con sus vidas?”
Otra pausa.
“Esta canción es perfecta. Cuando dice ‘cuando menos lo esperaba, el DJ puso bachata amor,’ me da cositas en el estómago. Quiero llorar. Pero no de tristeza. De ternura. De pasión.”
Cerró los ojos, tocándose el pecho dramáticamente.
“En ese instante me paro y empiezo a bailar apasionadamente como si estuviera haciéndolo con una persona delante mío. Cuando en realidad estoy sola. Pero inspirada.”
Abrió los ojos, mirando directamente a la cámara.
“Me siento YO MISMA cuando ponen esa música. Y saben, todos merecemos sentirnos nosotros mismos.”
Señaló a la cámara intensamente.
“Así que vayan. Ahora mismo. Busquen esa canción. Y escuchen especialmente cuando dice ’tus ojos me miraban.’ Si no lloran de ternura, no tienen alma.”
Hizo una reverencia.
“Este ha sido mi TED Talk sobre por qué Juan Luis Guerra es un genio y todos necesitan experimentar esta bachata. Gracias.”
El video terminó.
Lo subió. Y para su sorpresa, explotó.
“ALGUIEN FINALMENTE LO DIJO,” comentó alguien.
“Acabo de escuchar la canción por tu recomendación y ESTOY LLORANDO,” escribió otro.
“¿También bailas sola con parejas imaginarias? Creí que era la única,” admitió alguien más.
Kaylay leyó los comentarios con lágrimas en los ojos (de nuevo).
“Lo ven,” le dijo a Mateo, mostrándole su teléfono. “No estoy loca. Hay más gente como yo.”
“Están todos locos juntos,” bromeó Mateo. “Pero está bien. El mundo necesita más gente apasionada por cosas hermosas, aunque sea de manera dramática.”
“Gracias,” dijo Kaylay con sinceridad. “Y gracias por ponerla ese día en tu oficina. Cambiaste mi vida.”
“De nada. Aunque debo admitir que no esperaba crear un monstruo obsesionado con bachatas.”
“No soy un monstruo. Soy una evangelista de la buena música.”
“Como digas.”
Epílogo: Una Vida Llena de Bachata
Años después, Kaylay seguía escuchando esa canción. Nunca se cansó de ella. Nunca dejó de sentir las cositas en el estómago. Nunca dejó de llorar lágrimas de ternura cuando llegaba a esa parte especial.
Y seguía bailando sola. Apasionadamente. Con parejas imaginarias. Sintiéndose completamente ella misma.
Porque había aprendido algo importante: está bien amar las cosas intensamente. Está bien ser dramática sobre lo que te hace feliz. Está bien bailar sola. Está bien llorar de ternura por una canción.
La vida es muy corta para no sentir pasión.
Y si esa pasión viene en forma de una bachata de Juan Luis Guerra, pues que así sea.
“Cuando menos lo esperaba, el DJ puso bachata amor…”
Y Kaylay bailó. Como siempre. Como seguiría haciendo para siempre.
FIN
Mensaje Especial de Kaylay a los lectores:
“Si no han escuchado ‘DJ Bachata’ de Juan Luis Guerra, vayan ahora mismo. AHORA MISMO.
Escuchen cuando dice ‘cuando menos lo esperaba, el DJ puso bachata amor.’
Escuchen cuando dice ‘y tus ojos me miraban.’
Y déjenme saber si no lloran de ternura y pasión.
Porque si no lo hacen, necesitamos hablar.
Con amor y bachata, — Kaylay, la chica que baila con el aire y no le importa”
“La música no solo se escucha. Se siente. Se vive. Se baila. Aunque estés sola. Especialmente cuando estás sola.”