De menos a mas
- Lectura en 11 minutos - 2266 palabrasDe 2 a 12.5: El Viaje de Kaylay Hacia las Matemáticas
Una historia sobre progreso, nervios y superación
Capítulo 1: El Primer Examen - La Realidad Golpea (Nota: 2)
Kaylay miró el examen frente a ella. Veinte preguntas de matemáticas. Su hermano Mateo las había preparado especialmente para medir dónde estaba parada académicamente.
“Puedo hacer esto”, se dijo, tomando su lápiz con determinación.
Una hora después, entregó el examen. Se sentía… bueno, no muy segura. Algunas preguntas las había entendido. Otras la habían dejado completamente perdida.
Mateo comenzó a revisar. Su lápiz rojo se movía constantemente. Una marca. Otra. Otra más.
Kaylay tragó saliva.
Cuando Mateo terminó, levantó la vista. Su expresión era seria pero no cruel.
“2 de 20,” anunció.
“¿DOS?” Kaylay sintió que se hundía en su silla. “¿Solo dos?”
“Solo dos correctas,” confirmó Mateo. “Pero Kay, esto es un diagnóstico. No es el fin del mundo. Es solo el punto de partida.”
Pero Kaylay se sentía devastada. Dos. De veinte. Eso era… terrible.
“Soy malísima en esto,” murmuró, sintiendo lágrimas de frustración.
“No eres malísima,” corrigió Mateo firmemente. “Estás empezando. Hay una diferencia. Y de aquí solo puedes ir hacia arriba.”
Kaylay no estaba convencida. Dos de veinte sonaba como un desastre sin remedio.
Pero Mateo tenía un plan. Y aunque Kaylay no lo sabía en ese momento, ese “2” era solo el comienzo de su historia, no el final.
Capítulo 2: Semanas de Teoría y Práctica
Las siguientes semanas fueron intensas. Mateo no dejó que Kaylay se rindiera después de ese 2 devastador.
“Teoría,” decía todos los días. “Primero aprendes la teoría. Luego practicas.”
Y eso hicieron. Kaylay estudiaba dos horas diarias. A veces más. Fórmulas, conceptos, procedimientos. Todo lo que había olvidado, todo lo que nunca aprendió bien, estaba ahí, esperando a ser dominado.
Hubo días difíciles. Días donde Kaylay quería tirar los libros por la ventana. Días donde decía “no puedo” y se frustraba hasta las lágrimas.
Pero siguió. Porque aunque era difícil, también estaba viendo pequeños cambios. Problemas que antes no entendía empezaban a tener sentido. Ecuaciones que parecían imposibles ahora eran manejables.
“¿Lista para el segundo examen?” preguntó Mateo después de dos semanas de estudio intenso.
Kaylay sintió nervios pero también algo más: esperanza. “Lista,” respondió.
Capítulo 3: El Segundo Examen - Pequeño Progreso (Nota: 4)
El segundo examen llegó. Kaylay se sentó frente a la hoja con su lápiz, respiró profundo, y comenzó.
Esta vez fue diferente. No fácil, pero diferente. Reconocía más cosas. Sabía qué hacer en más problemas. Su lápiz se movía con más confianza.
Cuando terminó y le entregó el examen a Mateo, había algo de esperanza en sus ojos.
Mateo revisó. Esta vez, su lápiz rojo se movía menos frecuentemente. Había más respuestas correctas.
“4 de 20,” anunció finalmente.
Kaylay sintió una mezcla de emociones. Por un lado, 4 seguía siendo bajo. Muy bajo. Por otro lado…
“Dupliqué mi nota,” dijo, procesando. “De 2 a 4. Eso es… progreso.”
“Es progreso,” confirmó Mateo con una sonrisa. “No es donde queremos que estés todavía, pero es el doble de donde empezaste. Y eso cuenta.”
“Pero 4 de 20 sigue siendo horrible,” admitió Kaylay.
“Es 20%,” dijo Mateo. “Todavía muy bajo, sí. Pero hace dos semanas estabas en 10%. Estás mejorando. Y si sigues así, la próxima vez será aún mejor.”
Kaylay quería creerle. Y una parte pequeña de ella lo hacía. Porque había sentido la diferencia al tomar el examen. Había entendido más. Había podido hacer más.
“Vamos de a menos a más,” dijo Mateo, viendo la expresión de su hermana. “No esperes saltos enormes. Espera progreso consistente. Y lo estás logrando.”
Capítulo 4: Más Estudio, Más Práctica
Después del segundo examen, Kaylay se dedicó aún más. Ya no era solo teoría. Ahora practicaba problemas constantemente. Ejercicios tras ejercicios. Ecuaciones tras ecuaciones.
“Mi cerebro va a explotar,” se quejaba a veces.
“Tu cerebro está creciendo,” la corregía Mateo. “Hay una diferencia.”
Y era verdad. Kaylay podía sentir algo cambiando en su mente. Conceptos que antes eran confusos empezaban a tener sentido. Patrones que antes no veía ahora eran obvios.
“Creo que estoy entendiendo,” le dijo a Mateo un día después de resolver una serie de problemas complicados sin errores.
“No crees. Estás entendiendo,” respondió Mateo con orgullo. “¿Lista para el tercer examen?”
Kaylay sintió los nervios familiares. Pero también había algo más: confianza. No mucha, pero más que antes.
“Lista,” dijo.
Capítulo 5: El Tercer Examen - El Momento de la Verdad
El día del tercer examen llegó. Kaylay se sentó en la oficina de Mateo con su lápiz y su calculadora, mirando la hoja de veinte preguntas.
“Puedo hacer esto,” se dijo. “He estudiado. He practicado. Puedo hacer esto.”
Comenzó a trabajar. Las primeras preguntas fluyeron bien. Las siguientes fueron más desafiantes pero no imposibles. Verificaba cada multiplicación, cada resta, cada paso.
“No te confíes,” se recordaba constantemente. “Presta atención.”
Dos horas después, terminó. Miró su trabajo una última vez, verificando todo, y luego le entregó el examen a Mateo.
“¿Cómo te sientes?” preguntó Mateo.
“Nerviosa,” admitió Kaylay. “Pero… también siento que lo hice mejor. No sé. Tal vez me equivoco.”
“Vamos a ver,” dijo Mateo, tomando su lápiz rojo.
Y entonces comenzó el momento más aterrador de todos: la revisión.
Capítulo 6: La Revisión - Nervios de Acero
Kaylay observaba a Mateo revisar su examen. Cada marca de su lápiz hacía que su corazón latiera más rápido.
Cruzó los dedos debajo de la mesa. Literalmente. Los cruzó tan fuerte que le dolían.
Mateo revisaba en silencio, con esa cara de seriedad que ponía cuando estaba concentrado. Miraba la hoja. Verificaba procedimientos. Marcaba cosas.
Kaylay no podía respirar. Bueno, sí podía, pero sentía que no.
“¿Qué está pensando?” se preguntaba mentalmente. “¿Está bien? ¿Está mal? ¿Por qué no dice nada? ¿Por qué solo mira y mira?”
Sus dedos cruzados empezaron a doler más. Su pierna temblaba involuntariamente debajo de la mesa.
Mateo seguía revisando. Su cara no revelaba nada. Serio. Concentrado. Indescifrable.
Kaylay sentía que iba a explotar de nervios.
Finalmente, después de lo que pareció una eternidad pero probablemente fueron solo diez minutos, Mateo terminó. Puso el lápiz sobre el escritorio.
Levantó la vista.
Miró a Kaylay directamente a los ojos.
Y Kaylay dejó de respirar completamente.
Mateo extendió su mano.
“Chócale,” dijo con una sonrisa enorme. “Está bien.”
Capítulo 7: Paralizada de Alegría
Kaylay se quedó paralizada.
Completamente paralizada.
“Mínimo común múltiplo,” murmuró sin sentido, su cerebro procesando la información a velocidad de caracol. “Verbo tuvi.”
“¿Qué?” Mateo se rio.
“No… no me puedo mover,” dijo Kaylay, todavía sentada como estatua. “Dime cuánto saqué. Dime ya. No puedo con el suspenso.”
“12.5 de 20,” anunció Mateo.
Kaylay seguía sin moverse. Su cerebro estaba haciendo cálculos pero también estaba en shock.
“Doce… punto cinco,” repitió lentamente.
“De veinte,” confirmó Mateo. “Eso es 62.5%. Aprobaste, Kay. Aprobaste el examen.”
“Aprobé,” repitió Kaylay como robot. “Yo… aprobé.”
“¡Sí!” Mateo se levantó, emocionado. “De 2 a 4 a 12.5. Ese es un progreso increíble, hermana.”
Pero Kaylay seguía paralizada en su silla, procesando.
De 2 a 12.5. Eso era… eso era más de seis veces su primera nota. Eso era pasar de reprobado a aprobado. Eso era…
“No puedo creer,” murmuró finalmente. “En serio no puedo creer.”
Capítulo 8: La Necesidad de Escapar (Del Momento Emocional)
De repente, la emoción fue demasiada. Kaylay sintió lágrimas formándose y una mezcla de alegría, orgullo, alivio, incredulidad, todo junto amenazando con salir.
“Iré abajo,” dijo abruptamente, levantándose de golpe de su silla.
“¿Qué?” Mateo la miró confundido.
“Voy a tomar agua,” declaró Kaylay, caminando hacia la puerta.
“Kay, ¿estás bien?”
“Sí, solo… necesito agua. Mucha agua. Toda el agua.”
Bajó las escaleras rápidamente, sus piernas todavía temblando de nervios y emoción. Llegó a la cocina y se sirvió un vaso enorme de agua. Lo tomó de un solo trago.
Luego se sirvió otro.
Su mamá estaba en la cocina y la miró con curiosidad. “¿Estás bien, mi amor?”
“Saqué 12.5,” dijo Kaylay, todavía procesando.
“¿De cuánto?”
“De 20. Aprobé, mamá. APROBÉ.”
Su mamá la abrazó fuerte. “¡Estoy tan orgullosa de ti!”
Pero Kaylay todavía estaba en modo shock. Necesitaba… necesitaba hacer algo. Algo para procesar toda esta emoción.
Empezó a cantar. Literalmente. Una canción random que ni siquiera sabía que conocía.
“¿Estás cantando?” preguntó su mamá, riéndose.
“Sí, necesito cantar. O gritar. O bailar. O las tres cosas.”
Y lo hizo. Cantó, bailó por la cocina, gritó un poco (no muy fuerte para no asustar a nadie), tomó más agua, caminó en círculos.
Era su manera de procesar. Porque quedarse quieta con toda esa emoción era imposible.
Capítulo 9: La Realización
Después de unos veinte minutos de su mini celebración caótica en la cocina, Kaylay finalmente se calmó lo suficiente para realmente procesar lo que había pasado.
Subió de nuevo a la oficina de Mateo, quien la esperaba con una sonrisa.
“¿Ya procesaste?” preguntó él.
“Creo que sí,” respondió Kaylay, sentándose de nuevo. “Mateo, en serio. De 2 a 12.5. ¿Eso es real?”
“Muy real,” Mateo le mostró el examen marcado. “Mira. Aquí, aquí, aquí, todas correctas. Algunos errores menores en estas, pero el procedimiento está bien. Y estas las hiciste perfectas.”
Kaylay miró su examen con nuevos ojos. Su trabajo. Sus respuestas. Muchas correctas. Muchas con solo pequeños errores.
“No es mucho todavía,” dijo, tratando de ser realista. “12.5 de 20 sigue siendo solo 62.5%.”
“Pero es aprobado,” señaló Mateo. “Y más importante, muestra que estás en proceso de aprendizaje. De crecimiento real.”
“Proceso de aprendizaje,” repitió Kaylay, saboreando las palabras. “Me gusta cómo suena eso.”
“Porque es la verdad,” Mateo se reclinó en su silla. “Kay, hace un mes estabas en 2 de 20. Pensabas que las matemáticas eran imposibles para ti. Y mira ahora. No es perfecto, pero es progreso. Progreso real y medible.”
“Vamos de a menos a más,” dijo Kaylay con una sonrisa.
“Exacto. De a menos a más. No de golpe. No mágicamente. Sino con trabajo, práctica, y consistencia.”
Kaylay sintió algo hinchándose en su pecho. Era orgullo. Orgullo genuino por su esfuerzo y su progreso.
“¿Sabes qué es lo mejor?” preguntó Mateo.
“¿Qué?”
“Que esto demuestra que puedes seguir mejorando. Si fuiste de 2 a 12.5 en unas semanas, ¿qué te impide llegar a 16? ¿O a 18? ¿O incluso a 20?”
Kaylay lo pensó. Hace un mes, 20 de 20 le habría parecido imposible. Pero ahora…
“Nada me impide,” dijo lentamente. “Solo necesito seguir trabajando.”
“Esa es mi hermana,” sonrió Mateo con orgullo.
Capítulo 10: La Lección del Progreso
Esa noche, Kaylay escribió en su diario, todavía sintiendo la emoción del día:
“Hoy saqué 12.5 de 20 en mi examen de matemáticas.
Para algunos, eso no es mucho. Es apenas aprobatorio. Es 62.5%.
Pero para mí, es ENORME.
Porque mi primer examen saqué 2 de 20. Mi segundo examen saqué 4 de 20. Y hoy, mi tercer examen, 12.5 de 20.
Eso es progreso. Progreso real. De a menos a más.
Y el momento cuando Mateo revisó mi examen… Dios. Cruzaba los dedos tan fuerte que me dolían. Mi hermano tiene esa cara de seriedad cuando revisa que me pone súper nerviosa. Mira la hoja, no dice nada, solo revisa y revisa.
Y yo ahí, temblando, esperando.
Cuando finalmente me dijo ‘chócale, está bien’, me quedé paralizada. Mínimo común múltiplo, verbo tuvi, no podía ni moverme. En serio. Estaba congelada.
Luego tuve que salir de ahí porque la emoción era demasiada. Le dije ‘iré abajo, voy a tomar agua’ solo para escapar antes de ponerme a llorar de felicidad ahí mismo.
Bajé, tomé agua, canté, bailé, grité un poco. Necesitaba procesar toda esa emoción de alguna manera.
Y ahora que estoy más calmada, puedo realmente apreciar lo que significa:
1. Estoy mejorando. No rápido, no mágicamente, pero consistentemente.
2. El trabajo vale la pena. Cada hora de estudio, cada problema practicado, cada momento de frustración… todo valió la pena.
3. Estoy en proceso de aprendizaje. Y eso es hermoso. No estoy esperando ser perfecta de la noche a la mañana. Estoy creciendo paso a paso.
4. Puedo seguir mejorando. Si pude ir de 2 a 12.5, puedo llegar a 16, a 18, incluso a 20 eventualmente.
No es mucho todavía, lo sé. Pero es MÁS. Y eso es lo que importa.
Hoy aprendí que el progreso no siempre es dramático. A veces es lento. A veces es pequeño. Pero si es consistente, es poderoso.
De 2 a 4 a 12.5.
La próxima meta: 16.
Y sé que puedo lograrlo.”
Epílogo: La Trayectoria Continúa
Tres semanas después, Kaylay tomó su cuarto examen.
Cuando Mateo lo revisó, Kaylay volvió a cruzar los dedos. Volvió a temblar. Volvió a quedarse paralizada cuando Mateo dijo “chócale, está bien.”
“¿Cuánto?” preguntó con voz temblorosa.
“16 de 20.”
Esta vez, Kaylay no tuvo que escapar a tomar agua. Esta vez simplemente lloró de alegría ahí mismo en la oficina.
“De 2 a 4 a 12.5 a 16,” enumeró entre lágrimas. “Mateo, estoy haciéndolo. Realmente estoy haciéndolo.”
“Siempre supiste que podías,” dijo Mateo, abrazando a su hermana. “Solo necesitabas probártelo a ti misma.”
Y Kaylay supo que tenía razón.
El viaje de 2 a 20 no había terminado. Todavía tenía 4 puntos por ganar. Pero ya no le parecía imposible.
Porque había aprendido la lección más importante: el progreso es posible cuando te comprometes, trabajas consistentemente, y no te rindes.
De a menos a más.
Siempre hacia arriba.
FIN
*“El éxito no se mide por dónde empiezas, sino por cuánto avanzas. Kaylay empezó con 2. Pero no se quedó en 2. Y esa es la verdadera victoria.”