Broma ridícula
- Lectura en 16 minutos - 3381 palabrasLa Broma Que Se Salió de Control
Una historia de Kaylay sobre amistad, malentendidos y culpa
Capítulo 1: La Chica Más Confundida del Mundo
Kaylay estaba sentada en su cama, con su teléfono en la mano, mirando la pantalla sin realmente verla. Se sentía pésima. Confundida. Idiota. Y un montón de cosas más que no podía ni nombrar.
“¿Qué me pasa?” murmuró, cubriéndose la cara con las manos.
Hace unas horas todo estaba bien. Hace unas horas estaba jugando Fortnite con sus amigos, riendo, pasándola bien. Y ahora… ahora había perdido a uno de sus mejores amigos por una estupidez.
Su teléfono vibró. Otro mensaje en el chat grupal del juego. Kaylay lo ignoró. No quería hablar con nadie. Especialmente no con él.
“Él” tenía un nombre, por supuesto. Lo llamaremos Andrés para esta historia. Su amigo. Su parcero. La persona con quien más se llevaba en el juego y fuera de él.
Hasta ayer.
“Siempre dije que nunca rogaría por amor”, pensó Kaylay. “Pero esto no es amor. Es amistad. Y no sé si debería rogar por una amistad.”
Esa era la pregunta que la atormentaba: ¿Vale la pena luchar por una amistad cuando tu amigo te comparó con alguien horrible? ¿O simplemente dejas ir y sigues adelante?
“Necesito escribir esto”, decidió, abriendo su diario. “Necesito entender qué demonios pasó.”
Capítulo 2: La Amistad Que Parecía Perfecta
Para entender lo que pasó ayer, necesitamos retroceder un poco.
Kaylay y Andrés se habían conocido hace seis meses en Fortnite. Fue en un juego aleatorio donde terminaron en el mismo equipo. Andrés era de España, y conectaron instantáneamente a pesar de la distancia.
“¿De dónde eres?” había preguntado Andrés cuando escucharon sus voces por primera vez.
“De Latinoamérica,” respondió Kaylay. “¿Y tú?”
“De España, tía. Me mola tu voz.”
Y así comenzó una amistad que rápidamente se volvió importante para ambos.
Se llevaban super chimba. Jugaban juntos casi todos los días. Hablaban por chat de voz durante horas, no solo sobre el juego sino sobre la vida. Andrés le contaba sobre su familia, su ex que lo había engañado, sus sueños. Kaylay le contaba sobre el gym, sus estudios, sus conejos.
Había algo fácil en hablar con Andrés. A pesar de venir de países diferentes - él de España y ella de Latinoamérica - se entendían perfectamente. Era como tener un hermano mayor que realmente te entendía. No había juegos mentales, no había drama. Solo amistad pura y simple.
O al menos eso era lo que Kaylay pensaba.
“Eres diferente a otras chicas que conozco”, le había dicho Andrés una vez. “Eres real. No finges ser alguien que no eres.”
“Porque para qué”, había respondido Kaylay. “La vida es muy corta para andar con máscaras, parce.”
Esa era su amistad. Honesta. Real. Cómoda.
Hasta que dejó de serlo.
Capítulo 3: La Broma Inocente Que Explotó
Ayer, Kaylay estaba jugando Fortnite con Andrés y otros amigos en mic up - el chat de proximidad donde cualquiera puede escucharte si está cerca en el juego.
Estaban en medio de una partida, riendo y bromeando como siempre, cuando a Kaylay se le ocurrió hacer una broma.
“Chicos”, dijo en voz alta, con tono dramático, “estoy soltera y a la orden.”
Era una broma tonta. El tipo de cosa que dices sin pensar, esperando algunas risas y nada más.
Pero lo que pasó después fue inesperado.
De repente, todos los jugadores masculinos cercanos en el juego empezaron a acercarse a su personaje. Uno tras otro, encendieron sus micrófonos.
“Hola, hermosa. ¿Quieres conocerme?”
“Oye, colombiana, eres súper linda. ¿Podemos hablar?”
“¿Me das tu número? Quiero llevarte a una cita.”
“Tienes una voz hermosa. ¿Cuántos años tienes?”
Kaylay se rio, sorprendida por la reacción. “Tranquilos, chicos. Era solo una broma.”
Pero siguieron viniendo. Más jugadores. Más comentarios. Algunos halagadores, algunos un poco incómodos, algunos definitivamente inapropiados.
Y entonces escuchó una voz muy joven. “Hola, me gustas. ¿Quieres ser mi novia?”
“¿Cuántos años tienes?” preguntó Kaylay, riéndose pero también un poco preocupada.
“13”, respondió el niño con orgullo.
“Hermano, yo tengo 18”, dijo Kaylay, tratando de ser amable pero firme. “Eres muy joven para mí. Y además, era una broma.”
Pero el niño insistió. Y otros siguieron comentando. Y de repente la broma inocente se había convertido en algo incómodo que Kaylay no sabía cómo detener.
Kaylay miró hacia donde estaba el personaje de Andrés en el juego. Esperaba que él se riera, que hiciera un comentario gracioso, que la ayudara a salir de esta situación rara.
Pero Andrés estaba callado.
Demasiado callado.
Y Kaylay supo que algo estaba mal.
Capítulo 4: El Comentario Que Destruyó Todo
Finalmente, Andrés habló. Pero su voz sonaba diferente. Fría. Molesta. Dolida.
“Te pareces a mi ex.”
Kaylay se quedó helada. Conocía la historia de la ex de Andrés. La chica que lo había engañado con un parce de 12 años. Una historia dolorosa que Andrés le había confiado hace meses, llorando a través del micrófono mientras Kaylay lo consolaba.
“¿Qué?” preguntó Kaylay, confundida y sintiendo que algo muy malo estaba por pasar. “¿Por qué dices eso?”
“Porque ella también hacía esto”, respondió Andrés con amargura en cada palabra. “Buscando atención de todos. Coqueteando con cualquiera. Incluso con niños.”
Kaylay sintió como si le hubieran dado un golpe en el estómago. Un golpe fuerte que le sacó todo el aire.
“Yo no estaba coqueteando”, protestó, sintiendo lágrimas de rabia formándose. “Era una broma, Andrés. Una broma tonta.”
“Claro. Una broma”, la voz de Andrés goteaba sarcasmo y dolor. “Como cuando ella decía que solo era ‘amiga’ de ese niño de 12 años antes de engañarme con él. También eran ‘bromas’.”
“¿Y qué gonorrea tengo yo que ver con tu ex?” Kaylay sintió la rabia explotando en su pecho. “¡Yo no hice nada! ¡Ellos se me acercaron! ¡ELLOS fueron! ¡Yo no les di cabida! ¡Ni siquiera les respondí bien!”
“Pero los disfrutaste”, acusó Andrés. “Te gustó la atención. Te gustó que todos te dijeran cosas bonitas.”
“¿Y qué si me gustó?” Kaylay elevó la voz, ya no importándole quién más estuviera escuchando. “¿Está mal disfrutar que la gente te halague? ¡No estoy en una relación! ¡Puedo hacer bromas si quiero! ¡No te debo explicaciones!”
“Tienes razón”, dijo Andrés finalmente, su voz plana y fría. “No me debes nada. Porque claramente no somos los amigos que yo pensaba que éramos.”
Y esas palabras dolieron más que cualquier insulto.
“Bien”, respondió Kaylay, tratando de sonar indiferente aunque sentía su garganta cerrándose. “Y para que sepas, tu ex no me llega ni a los talones. Si tanto te recuerdo a ella, si eso es lo que piensas de mí, pues adiós.”
Y salió del juego, cerrando todo con fuerza.
Luego se quedó sentada en su silla, temblando de rabia y dolor, preguntándose cómo todo se había ido al carajo tan rápido.
Capítulo 5: El Silencio Que Duele
Después de salir del juego, Kaylay se quedó sentada frente a su computadora, con el corazón latiendo fuerte, las manos temblando, y una sensación horrible en el estómago.
“¿Qué acaba de pasar?” pensó, todavía procesando.
No hablaron por el resto del día. Andrés no le mandó mensajes. Kaylay tampoco le mandó a él. El silencio entre ellos era ensordecedor.
Kaylay intentó distraerse. Jugó otros juegos. Vio videos en YouTube. Intentó estudiar. Pero su mente seguía regresando a la pelea. A las palabras de Andrés. A esa comparación horrible.
“Él no tenía derecho a compararme con su ex”, pensaba con rabia. “Yo no hice nada malo. Solo hice una broma estúpida.”
Pero luego otra voz en su cabeza susurraba: “Pero lo lastimaste. Tocaste una herida que todavía está sanando.”
“¡Pero yo no sabía que iba a reaccionar así!” respondía mentalmente. “¡No soy adivina!”
“¿De verdad no sabías? ¿O no pensaste? Sabías sobre su ex. Sabías cuánto lo lastimó.”
Y ahí estaba el problema que Kaylay no quería enfrentar: sí sabía. Sabía que Andrés todavía tenía heridas de esa relación. Sabía que era un tema sensible. Sabía que su ex le había destrozado la confianza.
¿Debería haber pensado más antes de hacer esa broma?
“Pero es que era solo una BROMA”, se repetía, frustrada. “No debería tener que censurarme por los traumas de otras personas. No soy responsable de sanar sus heridas.”
Y tenía razón. No era su responsabilidad.
Pero el sentimiento de culpa no se iba.
Porque aunque no era su responsabilidad, Andrés era su amigo. Y los amigos se cuidan entre sí. Y tal vez, solo tal vez, debería haber sido más cuidadosa.
“Pero él tampoco tenía derecho a compararme con ella”, pensaba luego, la rabia regresando. “Yo no soy su ex. Yo no lo engañé. Yo no le hice nada malo.”
Era un ciclo infinito de culpa y rabia, culpa y rabia, una y otra vez.
Capítulo 6: ¿Rogar por Amistad?
Esa noche, Kaylay no pudo dormir. Daba vueltas en su cama, su mente un caos de pensamientos contradictorios.
“Siempre dije que nunca rogaría por amor”, pensaba. “Pero esto no es amor. Es amistad. ¿Debería rogar por una amistad?”
Era una pregunta complicada.
Por un lado, Andrés le importaba. Era uno de sus mejores amigos. Alguien con quien podía ser ella misma. Alguien que la entendía. Perderlo dolía.
Por otro lado, él la había comparado con su ex. La había acusado injustamente. La había lastimado con sus palabras.
“Si me disculpo, ¿va a parecer que estoy rogando?” se preguntaba. “¿Que necesito su perdón para sentirme bien conmigo misma?”
“Pero también me siento culpable”, admitía en su mente. “No por hacer la broma, sino por no pensar en cómo le afectaría a él.”
“¿Hay diferencia entre reconocer que cometí un error y rogar por su amistad?”
Kaylay pensó en todas las veces que había dicho “nunca voy a rogar por amor”. Era su mantra. Su filosofía de vida. Mantener su dignidad. No rebajarse por nadie.
Pero la amistad era diferente al amor romántico. ¿O no?
“Una amistad verdadera vale la pena luchar por ella”, pensaba. “Pero la lucha debe venir de ambos lados. No solo de mí.”
“Si le escribo primero, ¿significa que estoy admitiendo que todo fue mi culpa?”
“Si no le escribo, ¿significa que la amistad no me importaba tanto como pensé?”
No tenía respuestas. Solo confusión.
Y una sensación horrible en el pecho cada vez que pensaba en nunca volver a hablar con Andrés.
“Soy la chica más confundida del mundo”, murmuró en la oscuridad. “No sé qué hacer. No sé qué está bien.”
Capítulo 7: La Conversación Imaginaria
A las 3:00 AM, Kaylay finalmente se rindió en su intento de dormir. Se sentó en su cama y agarró su almohada, pretendiendo que era Andrés.
“Okay, necesito decirte esto”, le dijo a la almohada. “Aunque sea imaginario.”
Respiró profundo y comenzó.
“Primero, lo siento. Siento haber hecho esa broma sin pensar en cómo te haría sentir. Sé que tu ex te lastimó horrible. Sé que todavía estás sanando de eso. Y aunque no lo hice con mala intención, puedo ver cómo mis palabras pudieron traer malos recuerdos y hacerte sentir mal.”
Se detuvo, organizando sus pensamientos.
“Pero también estoy molesta contigo, parce”, continuó con más fuerza. “No tenías derecho a compararme con ella. Yo no soy tu ex, Andrés. Yo no te engañé. Yo no te lastimé intencionalmente. No estaba coqueteando con nadie. No estaba buscando atención de esa manera. Era una broma tonta, estúpida, sí, pero solo una broma.”
Las lágrimas comenzaron a rodar por sus mejillas.
“Y lo que más me confunde es… ¿por qué me duele tanto? ¿Por qué siento como si hubiera perdido algo importante? ¿Por qué cada vez que pienso en no hablarte nunca más, siento como si me estuvieran arrancando algo del pecho?”
Abrazó la almohada.
“Eres mi amigo, gonorrea. Uno de mis mejores amigos. Y la idea de perderte me asusta. Pero también me asusta la idea de rogar por tu amistad cuando tú fuiste quien me lastimó también.”
“No sé si debería escribirte primero. No sé si eso significa que estoy rogando o simplemente que valoro nuestra amistad lo suficiente como para tragarse el orgullo.”
“Dije que nunca rogaría por amor, y no lo haré. Pero esto es amistad. Y no sé si las mismas reglas aplican.”
Se quedó en silencio por un momento.
“Así que… no sé qué hacer. Si nuestra amistad significa algo para ti, también necesitas demostrarlo. No puedo ser la única que se esfuerza.”
Capítulo 8: Los Mensajes No Enviados
Al día siguiente, Kaylay despertó con los ojos hinchados y el corazón pesado. Revisó su teléfono inmediatamente. Ningún mensaje de Andrés.
“Por supuesto que no”, pensó con amargura. “¿Por qué habría de escribir él primero? Claramente piensa que todo es mi culpa.”
Pasó la mañana intentando distraerse. Alimentó a sus conejos, desayunó con su mamá, intentó estudiar. Pero su mente seguía regresando a Andrés y a la pelea.
A las 2:00 PM, finalmente cedió. Abrió WhatsApp y empezó a escribir un mensaje:
“Andrés, necesitamos hablar. Siento lo de ayer. No era mi intención hacerte sentir mal o traer malos recuerdos. Era solo una broma tonta. Pero también necesito que entiendas que yo no soy tu ex. No puedes proyectar tus heridas pasadas en mí solo porque una broma te activó. Si vamos a seguir siendo amigos, necesitamos—”
Se detuvo. Releyó el mensaje. Y luego lo borró.
“No”, se dijo. “Si le mando esto, va a parecer que estoy rogando. Que necesito su perdón para seguir con mi vida.”
Intentó de nuevo:
“Lamento lo de ayer. Pero tú también me lastimaste con ese comentario. Yo no soy ella. ¿Podemos hablar como adultos?”
Más simple. Más directo. Reconociendo su parte pero también estableciendo límites.
Pero su dedo se quedó flotando sobre el botón de enviar.
“Si le mando esto, ¿va a pensar que necesito su amistad desesperadamente? ¿Que no puedo vivir sin él?”
Borró el mensaje otra vez.
Tercer intento:
“Hola, parce.”
Solo eso. Dos palabras. Neutras. Abriendo la puerta sin ser demasiado vulnerable.
Pero tampoco lo envió.
“¿Por qué es tan difícil?” pensó frustrada. “Si realmente fuéramos buenos amigos, esto sería fácil. Uno de los dos ya habría escrito. Pero aquí estamos, los dos en nuestras esquinas, esperando que el otro dé el primer paso.”
Cerró WhatsApp sin enviar nada.
“Si le importo, él también puede escribir primero”, decidió con determinación. “No voy a rogar por su amistad. Si vale la pena, ambos vamos a luchar por ella.”
Capítulo 9: La Verdad Incómoda
Esa tarde, Kaylay decidió ser completamente honesta consigo misma. Se sentó en su cama con su diario y escribió sin filtros:
“La verdad es que me siento como una mierda.
Me siento culpable porque hice una broma tonta que lastimó a mi amigo.
Pero también me siento molesta porque él me comparó con su ex, que es probablemente la persona más horrible que conoce.
Y me siento confundida porque no sé si debería disculparme o esperar a que él se disculpe primero.
¿Rogar por una amistad es lo mismo que rogar por amor?
Siempre dije que nunca rogaría por amor romántico. Que no me rebajaría por un chico. Que mantendría mi dignidad.
Pero esto es amistad. Y la amistad es importante. Andrés es importante para mí.
¿Eso significa que debería tragarme el orgullo y escribirle primero?
¿O eso significa que estoy rogando?
La línea es tan confusa.
Creo que hay una diferencia entre:
1. Rogar: “Por favor perdóname, te necesito, no puedo vivir sin ti, haré cualquier cosa para que vuelvas.”
2. Valorar una amistad: “Cometí un error. Tú también. Ambos nos lastimamos. ¿Podemos hablarlo?”
Uno es desesperación. El otro es madurez.
Pero ¿cómo sé cuál es cuál?
Y además, ¿por qué tengo que ser YO quien dé el primer paso? Él también me lastimó. Él también cometió un error al compararme con su ex.
Si nuestra amistad le importa, él también debería hacer el esfuerzo.
Pero tal vez para él no importa tanto como para mí. Y eso… eso duele admitirlo.
No sé qué hacer. Solo sé que me siento pésima. Confundida. Como una idiota por preocuparme tanto por alguien que tal vez ni siquiera está pensando en mí.”
Cerró su diario sintiendo un poco más de claridad, aunque todavía muy confundida sobre qué hacer.
Capítulo 10: La Decisión (O La Falta De Ella)
Tres días después de la pelea, Kaylay seguía sin tomar una decisión.
No había hablado con Andrés. Él tampoco había hablado con ella. El silencio se extendía, incómodo y doloroso.
Kaylay seguía con su vida: estudios, gym, sus conejos, su rutina. Pero había un vacío. Una ausencia. La falta de esos mensajes diarios de Andrés, de esas sesiones de juego, de esas conversaciones random sobre nada y todo.
Su mamá notó el cambio. “¿Estás bien, mi amor?”
“Peleé con un amigo”, admitió Kaylay. “Y no sé si debería disculparme o esperar a que él se disculpe.”
“¿Ambos cometieron errores?” preguntó su mamá.
“Sí.”
“Entonces ambos deberían disculparse. Pero alguien tiene que dar el primer paso.”
“Pero no quiero que parezca que estoy rogando por su amistad”, explicó Kaylay.
Su mamá la miró con ternura. “Mi amor, reconocer que cometiste un error no es rogar. Rogar es cuando te rebajas, cuando aceptas ser tratada mal con tal de que alguien se quede. Pero disculparte cuando genuinamente lo sientes… eso es madurez.”
“¿Pero qué tal si él no se disculpa también?” preguntó Kaylay. “¿Qué tal si solo yo doy el primer paso y él piensa que todo fue mi culpa?”
“Entonces sabrás que no era la amistad que pensabas que era”, respondió su mamá sabiamente. “Una verdadera amistad requiere esfuerzo de ambos lados. Si das el primer paso y él no corresponde, entonces tal vez es tiempo de dejarlo ir.”
Esas palabras resonaron en Kaylay.
Esa noche, finalmente tomó una decisión. O más bien, decidió no decidir todavía.
“Le voy a dar una semana más”, pensó. “Una semana para ver si él escribe primero. Si no lo hace, entonces sabré que nuestra amistad no le importaba tanto como a mí. Y entonces lo dejaré ir.”
“Y si escribe, hablaremos. Como adultos. Y ambos nos disculparemos por nuestras partes.”
“Pero no voy a rogar. No voy a rebajarme. Mi dignidad vale más que cualquier amistad.”
Era un plan. No perfecto, pero era algo.
Epílogo: Lo Que Kaylay Aprendió
Una semana después, Kaylay seguía esperando. Y Andrés seguía sin escribir.
El silencio había dicho más que mil palabras.
Kaylay finalmente aceptó la verdad dolorosa: tal vez esa amistad no era tan importante para Andrés como lo era para ella.
Y eso dolió. Dolió mucho. Pero también liberó algo en ella.
Esa noche, escribió una última entrada en su diario sobre el tema:
“Aprendí algo importante esta semana:
1. No rogar por amor romántico es mi regla. Pero resulta que tampoco voy a rogar por amistad.
2. Hay una diferencia entre luchar por una relación (sea romántica o de amistad) y rogar por ella. Luchar significa que ambas personas ponen esfuerzo. Rogar significa que solo tú lo haces.
3. Reconocer un error no es debilidad. Es madurez. Y si la otra persona no puede hacer lo mismo, eso dice más de ellos que de ti.
4. A veces, el silencio es una respuesta. Y esa respuesta puede doler más que cualquier palabra.
5. Puedes extrañar a alguien y aún así saber que dejarlo ir es lo correcto.
6. No soy idiota. No soy confundida. Solo soy humana, sintiendo el dolor de perder una amistad que valoraba.
7. Mi dignidad vale más que cualquier amistad que requiera que me rebaje para mantenerla.
Andrés no escribió. Y eso me dice todo lo que necesito saber.
Tal vez algún día volvamos a hablar. Tal vez no.
Pero no voy a rogar. No voy a mandar ese mensaje de disculpa solo para que me ignore o para que piense que todo fue mi culpa.
Si nuestra amistad valía algo, él también habría hecho el esfuerzo.
Y si no lo hizo… entonces tal vez no era la amistad que yo pensaba que era.
Y está bien. Duele, pero está bien.
Porque aprendí que no voy a rogar. Ni por amor, ni por amistad.
Mi dignidad no está en venta.”
FIN
“No rogar no significa no valorar. Significa saber tu propio valor lo suficiente como para no rebajarte por nadie. Ni por amor, ni por amistad, ni por nada.”