Un amor interrumpido
- Lectura en 9 minutos - 1853 palabrasKaylay y Kevinho: Un Amor Interrumpido
El último día de clases en el Colegio San Miguel llegó demasiado pronto para Kaylay y Kevinho. Se habían conocido en segundo año y desde entonces fueron inseparables, pero ahora ella tendría que mudarse a otra ciudad por el trabajo de su papá.
—No puedo creer que te vas mañana —dijo Kevinho, recargado contra los casilleros del pasillo vacío.
—Yo tampoco… —susurró Kaylay, evitando mirarlo a los ojos—. Pero sabes que no tengo opción.
—¿Y nosotros qué? —preguntó él, tomando su mano.
Kaylay sintió que se le partía el corazón. Lo amaba, pero sabía que una relación a distancia sería muy difícil a su edad.
—Creo que… creo que es mejor que cada uno siga su camino —dijo con la voz quebrada—. Encontrarás a alguien más, Kevinho.
—No quiero a nadie más —respondió él, apretando su mano—. Te amo, Kaylay.
—Y yo a ti… pero a veces amar significa dejar ir.
Seis meses después, Kaylay regresó a visitar a su abuela durante las vacaciones de invierno. Al caminar por el centro, se topó con su mejor amiga de la infancia, Carla.
—¡Kaylay! ¡No puedo creer que estés aquí! —gritó Carla, corriendo a abrazarla.
—¡Carla! Te he extrañado tanto. Cuéntame todo, ¿cómo están todos en el colegio?
La sonrisa de Carla se desvaneció un poco.
—Bueno… hay algo que tengo que contarte. Kevinho y yo… estamos saliendo.
El mundo de Kaylay se detuvo por un momento.
—¿Qué? —murmuró.
—Sé que suena raro, pero después de que te fuiste él estaba muy triste. Yo solo quería consolarlo y… las cosas se dieron. Espero que no estés molesta.
Kaylay forzó una sonrisa, aunque sentía como si le hubieran dado un golpe en el estómago.
—No, claro que no. Me alegro por ustedes —mintió.
Esa tarde, Kaylay caminaba por el parque donde solía ir con Kevinho cuando lo vio sentado en su banca favorita. Su corazón se aceleró.
—¿Kaylay? —dijo él, levantándose sorprendido.
—Hola, Kevinho —respondió ella, tratando de sonar casual.
Se quedaron mirándose en silencio por un momento que pareció eterno.
—Carla me contó que están juntos —dijo finalmente Kaylay.
Kevinho bajó la mirada.
—Sí… pero no es lo que piensas. Ella estuvo ahí cuando más te extrañaba y… supongo que necesitaba sentir que alguien me importaba.
—¿Alguien como yo? —preguntó Kaylay con una sonrisa triste.
—Nadie es como tú, Kaylay. Lo sabes.
El silencio se extendió entre ellos, cargado de todo lo que no se atrevían a decir.
—Yo también estoy saliendo con alguien —confesó Kaylay—. Se llama Diego, es de mi nuevo colegio.
—¿Lo amas? —preguntó Kevinho, aunque temía la respuesta.
Kaylay lo miró directo a los ojos.
—No como te amé a ti. Creo que solo estaba tratando de llenar el vacío que dejaste.
—Entonces los dos estamos mintiendo —dijo Kevinho, acercándose un paso.
—¿Qué quieres decir?
—Que estás con Diego para olvidarme, y yo estoy con Carla porque me recuerda a ti. Pero no funciona, ¿verdad?
Kaylay sintió lágrimas en sus ojos.
—No… no funciona. Cada vez que Diego me toma de la mano, desearía que fueras tú. Cuando me dice que me ama, siento culpa porque sé que mi corazón sigue siendo tuyo.
—Y cuando Carla me besa, cierro los ojos y pretendo que eres tú —confesó Kevinho—. Es injusto para ella, y lo sé.
Se quedaron ahí, parados a un metro de distancia pero sintiendo la cercanía de sus corazones.
—¿Qué vamos a hacer? —preguntó Kaylay.
—No lo sé —respondió él—. Solo sé que seis meses sin ti han sido los peores de mi vida.
—Tenemos que ser honestos con ellos —dijo Kaylay después de un largo silencio.
—Lo sé. Carla merece a alguien que la ame de verdad, no a alguien que la use para olvidar a otra persona.
—Y Diego también. No es justo para ninguno de los dos.
Kevinho se acercó y tomó las manos de Kaylay.
—¿Y nosotros? ¿Qué pasa con nosotros?
—No lo sé… todavía vivo lejos. Nada de eso ha cambiado.
—Pero ahora somos mayores, más maduros. Podríamos intentarlo.
Kaylay sintió esperanza y miedo al mismo tiempo.
—¿Crees que vale la pena intentar?
—Creo que lo que tenemos vale la pena cualquier obstáculo —respondió él, acercando su frente a la de ella—. Te amo, Kaylay. Nunca dejé de hacerlo.
—Y yo a ti, Kevinho. Siempre.
Terminar con Diego y Carla no fue fácil. Hubo lágrimas, reproches y corazones heridos. Carla se sintió traicionada al principio, pero con el tiempo entendió que el corazón no se puede forzar. Kaylay y Kevinho decidieron intentar su relación a distancia, pero esta vez con la madurez de saber lo que realmente querían. Se escribían cartas, se llamaban todas las noches y se visitaban cada vez que podían.
Un año después, cuando Kaylay regresó de vacaciones por segunda vez, Carla la esperaba en el aeropuerto con una sonrisa que no llegaba a sus ojos.
—¡Kaylay! Qué bueno que regresaste —dijo Carla, abrazándola con demasiada fuerza.
—Carla, te ves… diferente. ¿Estás bien?
—Sí, perfecta. Oye, ¿sabías que Kevinho ha estado muy cerca de Melissa últimamente? Van juntos a la universidad y ella no deja de coquetearle.
El corazón de Kaylay se encogió, pero trató de no demostrarlo.
—Kevinho y yo nos tenemos confianza. Él me habría contado si algo pasara.
—¿En serio? —Carla sacó su teléfono—. Mira, tomé estas fotos ayer.
En la pantalla, Kaylay vio a Kevinho riendo con una chica rubia muy bonita. En otra foto, la chica tenía su mano en el brazo de él.
—Carla, son solo fotos. Pueden ser amigos —dijo Kaylay, aunque sintió un nudo en el estómago.
—Kaylay, despierta. Tú estás lejos, ella está aquí todos los días. ¿Qué crees que va a pasar?
Esa noche, cuando Kevinho la llamó como siempre, Kaylay no pudo evitar sonar distante.
—¿Qué pasa, amor? Te noto rara —preguntó él.
—¿Quién es Melissa?
Hubo un silencio del otro lado de la línea.
—¿Melissa? Es una compañera de la universidad. ¿Por qué preguntas?
—Carla me enseñó unas fotos de ustedes juntos. Se ve muy… cercana a ti.
—Kaylay, no es lo que piensas. Sí, hemos hecho algunos trabajos juntos, pero no significa nada. Tú lo sabes.
—¿Lo sé? Kevinho, yo estoy a kilómetros de distancia. No puedo competir con alguien que está ahí contigo todos los días.
—No tienes que competir con nadie. Te amo a ti.
Pero la semilla de la duda ya estaba plantada. Durante los siguientes días, Carla siguió alimentándola.
—Ayer los vi almorzando juntos en el café de la esquina —le decía—. Ella se reía mucho de sus chistes.
—Kevinho la acompañó a comprar un regalo para su mamá. Se veían muy cómodos juntos.
—Creo que vi que él le dio un abrazo muy largo cuando se despidieron.
Cada comentario era como una pequeña puñalada para Kaylay. Empezó a cuestionar cada llamada de Kevinho, a analizar cada palabra, a buscar signos de que él se estaba alejando.
—¿Dónde estabas hoy que no me contestaste el teléfono? —le preguntó una noche.
—Estaba en la biblioteca con unos compañeros estudiando. Te dije que teníamos examen.
—¿Estaba Melissa ahí?
—Kaylay, ¿qué está pasando? Últimamente solo me preguntas por ella.
—Es que Carla dice que…
—¿Carla? —la voz de Kevinho sonó molesta—. Kaylay, ¿desde cuándo le haces más caso a Carla que a mí?
—No es eso, es solo que… tengo miedo, Kevinho. Miedo de perderte.
Pero Kevinho también estaba confundido. Melissa efectivamente había empezado a coquetearle más abiertamente, y aunque él siempre la rechazaba, a veces se preguntaba si era justo seguir esperando a alguien que estaba tan lejos.
Una tarde, después de una discusión particularmente intensa con Kaylay por teléfono, Melissa se acercó a él en la cafetería.
—Se nota que estás estresado. ¿Problemas con tu novia a distancia? —preguntó, sentándose muy cerca de él.
—No quiero hablar de eso —respondió Kevinho, pero no se alejó.
—Solo digo que… mereces estar con alguien que esté aquí para ti. Alguien que pueda abrazarte cuando estés mal, que pueda acompañarte a estudiar, que pueda…
—Melissa, para —dijo Kevinho, pero su voz no sonó tan firme como debería.
Ella puso su mano sobre la de él.
—Solo piénsalo, Kevinho. La vida es muy corta para desperdiciarla esperando.
Esa noche, Kevinho no llamó a Kaylay como siempre. Ella se quedó despierta hasta muy tarde, mirando el teléfono, esperando.
Al día siguiente, Carla apareció en casa de Kaylay con más “evidencia”.
—No quería mostrarte esto, pero creo que tienes derecho a saber —dijo, enseñándole una foto en su teléfono.
Era Kevinho con Melissa en la cafetería, muy juntos, con ella tocando su mano.
Kaylay sintió que el mundo se le venía abajo.
—Se acabó —susurró—. Se acabó todo.
Pero lo que ninguna de las dos sabía era que, en esa foto, Kevinho había apartado su mano justo después y le había dicho a Melissa que parara, que él amaba a Kaylay y que nada de lo que ella hiciera iba a cambiar eso.
Cuando Kevinho finalmente logró llamar a Kaylay al día siguiente, ella no le contestó. Tampoco al otro día, ni al siguiente. Desesperado, le escribió mensajes de texto que ella no respondía.
Hasta que finalmente ella le mandó un mensaje que lo destrozó: “Vi las fotos, Kevinho. Creo que Carla tenía razón. Esto no va a funcionar. Encuentra a alguien que pueda estar ahí para ti.”
Kevinho no entendía de qué fotos hablaba, pero sabía que tenía que hacer algo drástico. Sin pensarlo dos veces, usó todos sus ahorros para comprar un boleto de avión.
Dos días después, apareció en la puerta de la casa de la abuela de Kaylay.
—¿Kevinho? ¿Qué haces aquí? —preguntó ella, sorprendida y con los ojos hinchados de tanto llorar.
—Vine a pelear por nosotros —dijo él, sin aliento—. No sé de qué fotos hablas, no sé qué te dijo Carla, pero sé que te amo y no voy a perder lo mejor que me ha pasado en la vida por malentendidos.
—Pero Melissa…
—Melissa no significa nada para mí. Intentó algo, sí, pero yo la rechacé. Siempre la rechacé porque mi corazón es tuyo, Kaylay. Solo tuyo.
Ella empezó a llorar, pero esta vez de alivio.
—Carla me dijo tantas cosas… me mostró fotos… yo pensé que…
—Carla está herida y quiere vernos separados. Pero nosotros somos más fuertes que eso, ¿verdad?
Kevinho la tomó entre sus brazos.
—Te amo, Kaylay. Vine hasta acá para demostrarte que no hay distancia, ni persona, ni malentendido que pueda cambiar eso. Pero necesito que confíes en mí.
—Te amo, Kevinho. Perdóname por dudar de ti. Perdóname por hacerle caso a los miedos en lugar de hacer caso a mi corazón.
Se besaron bajo la lluvia que había empezado a caer, sabiendo que habían superado su primera gran prueba como pareja. No fue perfecto, pero era real. Era amor verdadero, el tipo que sobrevive a la distancia, al tiempo, a los errores que cometemos cuando tenemos miedo, y a las personas que intentan destruir lo que no pueden tener. Porque a veces, el amor significa dejar ir. Pero otras veces, significa luchar contra todo y todos por lo que realmente importa.